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jueves, marzo 28, 2024

Yo soy el camino

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Mis maestros de la Universidad donde estudie la Maestría en Divinidades me enseñaron que el ochenta por ciento de las conductas humanas son heredadas. Todos nosotros actuamos conforme fuimos enseñados en nuestro hogar. Actuamos según los paradigmas que observamos en nuestros parientes más cercanos. Como niños tuvimos la capacidad extraordinaria de imitar la conducta de quienes nos rodearon esos primeros años. Es por eso que nos parecemos a quienes nos dieron forma. Si alguien fue criado por una abuela o una empleada de la casa, su influencia en nuestra conducta permanece hasta la edad adulta.

Aquí reside el peligro de que las madres deleguen en otras personas la crianza de sus hijos. Se rompe el principio bíblico de que es la madre la que influencia la conducta, el futuro y la personalidad de los hijos. Lógicamente, también tiene mucho que ver la presencia física del padre quien es el encargado por Dios para la instrucción. “Oye hijo mío la instrucción de tu padre y no desprecies la dirección de tu madre” dice la Escritura.

Lamentablemente eso no se realizó en muchos de los hogares de quienes hoy, en la edad adulta, no saben comportarse tanto en la sociedad como en la familia. Sus parámetros están basados en conductas extrañas a ellos mismos. Es decir, repiten el círculo vicioso del lugar en donde crecieron. Hogares violentos. Palabras soeces. Miedos y temores a la relación con otros. Fobias. Rechazos. Falta de amor y ternura en sus primeros años. Dureza en sus semblantes, falta de sonrisas y una profunda necesidad de ser comprendidos.

¿Qué sucede en ese entorno? Se necesita arreglar esas conductas. Se necesita algo que cambie el rumbo de esa existencia para poder sentirse vivos, para poder sentirse amados y comprendidos. Hay un largo camino que transitar para arreglar en lo íntimo de esos corazones el descalabro emocional que quedo tatuado en esas personalidades y que años después produce dolor y angustias en las personas que reciben ese trato replicado en el ambiente de su hogar

¿Cómo arreglarlo entonces?

“Para esto apareció el Hijo del Hombre” dijo Jesús. Para marcar una pauta, para indicar el método en que debimos haber sido enseñados. Es Jesús quien se levanta en el horizonte de nuestras esperanzas para llevarnos al entendimiento que hay zonas grises en nuestras vidas que necesitan arreglos.

Él dijo: “Yo soy el Camino”. Es decir, Yo soy el modelo. Yo soy el ejemplo. Yo soy el molde en donde hay ajustar sus vidas. Solamente siguiendo los pasos de Jesús podremos cambiar nuestros propios pasos. Solo viéndonos en ese Espejo podremos cambiar la imagen distorsionada que tenemos de nosotros mismos.

La persona iracunda puede ser transformada en una persona totalmente diferente. El celoso puede cambiar a ser una tolerante. El desconfiado puede llegar a ser un pacificador. El indolente llegará a ser fructífero. Pero es siguiendo las huellas que Jesús ha dejado para todos aquellos que deseen y anhelen un cambio en sus vidas.

Esto, por supuesto, requiere disciplina. No se logra de la noche a la mañana. Tampoco solo asistiendo a los cultos de la semana a cantar himnos y saludar a los hermanos de la congregación. Se necesita convicción, deseos de transformación. Interés por ya no seguir siendo lo que hicieron de nosotros nuestros mentores del pasado. Tomar el arado y no volver a ver atrás y dejar todo ese pasado en las Manos del que todo lo borra.

Deuteronomio 10:12 dice: “¿Qué requiere de ti el SEÑOR tu Dios, sino que temas al SEÑOR tu Dios, que andes en todos sus caminos?”

¿Para qué debo andar en todos sus caminos?  Aquí, en estas líneas esta la solución a todos nuestros problemas. La infidelidad, el adulterio, fornicación, enfermedades sicosomáticas, pobreza y muchas más. Es siguiendo los caminos del Señor en donde vamos a ser sanados del dolor de haber sido golpeados por aquellos que nos abandonaron muchas veces y nos hicieron sentir solos y menospreciados. Es andando en los Caminos del Señor en donde vamos a encontrar el bálsamo que necesitamos para sanar nuestras heridas y que hoy, muchos años después, nos hacen herir a quienes amamos. Es andando en sus Caminos en donde vamos a conocer otro estilo de vida. Otra dimensión del amor. Ya no vamos a confundir amor con golpes. Ternura con violencia, besos con sexo, lujuria con entrega.

¿Qué quiere el Señor de nosotros? Solo que andemos en sus caminos. En las sendas antiguas. Que averigüemos cuales son las conductas que distinguen al ser humano de los animales. Y eso solo se logrará cuando andemos en esos senderos de pureza y santidad que Dios ha dejado para nosotros.

Ese Camino es Jesús. Esa senda es Jesús. Él es el Sendero por donde vamos a encontrar la medicina que tanto necesitamos.

Al andar en sus caminos, seremos transformados y recuperaremos lo que El hizo en el principio: nos hizo a su imagen y semejanza. Es en sus caminos en donde vamos a aprender a ser como Él es. A sentir como Él siente. A amar como Él ama.

Y ahora que sabemos que Su Camino es Jesús, podremos hacer lo que él hizo: porque Jesús es manso, debemos ser mansos. Porque Jesús es bueno, podemos ser buenos. Porque Él es humilde, podemos ser humildes. Porque él puso la otra mejilla, nosotros podemos hacer lo mismo. Porque Él perdona, nosotros podemos perdonar. Porque Él nos ama, podemos amar.

Y para terminar, no hay pretexto para no hacerlo porque Él también dijo: “Ejemplo os he dado…”

¿Cómo la vemos, queridos lectores?

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