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miércoles, abril 24, 2024

El mensaje de la salvación

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Por: Mario Vega – Pastor General Misión Cristiana Elim

El anuncio fundamental de la Iglesia es el de la salvación. Esta se basa en Jesús, el Hijo de Dios. Este es un elemento importante que nos ilumina sobre el sentido que ella tiene, pues, la fe cristiana reconoce a Jesús como una persona en la cual se conjugaron las naturalezas humana y divina, de allí que se le califique como Dios-hombre. La unión de lo divino con lo humano también es un signo de lo eterno y lo temporal, de lo inmaterial y lo material. En consecuencia, la salvación que se basa en Él debe abarcar ambas esferas. Se realiza en la nueva vida que seguirá a la Resurrección, pero también en la vida presente, antes de la resurrección. La salvación es entonces actual, de esta vida y de este tiempo con todos sus ámbitos: económicos, sociales, culturales y políticos. Así que si la tarea de la Iglesia es el anuncio de la salvación, tal anuncio debe ser igualmente integral, abarcando al hombre entero y a todos los hombres en afán de reconciliación.

Lastimosamente, la Iglesia ha fallado mucho a su responsabilidad esencial enfocándose en aspectos puramente espirituales, descarnados de la historia. Al punto de que la lógica popular da por válida la idea de que la labor de la iglesia se debe reducir al ámbito de lo etéreo, las oraciones, los ángeles y las almas desnudas. Pero tal posición sería ir en dirección opuesta a la que siguió Jesús, quien se encarnó. Se hizo hombre para someterse al tiempo y al espacio, a las vivencias comunes de los seres humanos. Entró a la historia para vivir al lado de los desheredados, los ignorantes, los enfermos y los pecadores. Todo con el fin de anunciar la salvación. La Iglesia, seguidora de tal Salvador, debe cumplir su misión enseñando al ser humano su dignidad propia, su vocación al perdón y las exigencias de justicia y paz. Este mensaje posee una unidad sólida que reúne la fe en una salvación integral, la esperanza en una justicia plena y el amor de la hermandad entre seres humanos.

Esa salvación se manifestó como un don del amor de Dios. Cuando el ser humano se descubre amado por Dios comprende su propia dignidad transcendente y ve en sí mismo al otro, al prójimo. Como resultado, debe salir a su encuentro en una relación auténticamente humana. Los hombres salvados por el amor de Dios son así capaces de transformar la calidad de las relaciones y las estructuras sociales, llevan paz donde hay conflictos, construyen solidaridad donde hay odio, procuran justicia donde hay explotación. Si Jesús dijo que el árbol se conoce por los frutos, los salvados se reconocerán por su persistencia al perseguir los horizontes de la justicia y del desarrollo humano en la verdad y en el bien. El ser cristiano auténtico implica un esfuerzo por llevar respuestas de Dios a los hambrientos, a los sin techo, a los sin sentido, a los adictos, a los ancianos abandonados, a los enfermos, a los migrantes, a los marginados. Ser creyente hoy implica asumir la responsabilidad por los desequilibrios ecológicos. En nuestro país supone un profundo compromiso con la paz y la defensa de los derechos humanos de tantas personas, especialmente de los niños y adolescentes. El amor cristiano impulsa al compromiso, a la denuncia, a la propuesta y a una laboriosidad eficaz que le haga acreedor a la sentencia de Jesús: bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

 

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