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jueves, abril 18, 2024

¿Tanto “NO”?

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Deuteronomio 5:17 “No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. “No dirás falso testimonio…” (Y la lista sigue)

Con mucho dolor tuve que escuchar a un viejo amigo de mi congregación que después de estar con nosotros varios años desde nuestra fundación como Iglesia Visión de Fe, y cuando ya tenía dos hijos, me dijo de pronto: “pastor, el Señor me habló y me voy de la congregación a otra”.  Cuando le pregunté por qué se iba con su familia, su respuesta me dejó un poco frío: “porque aquí todo es no”.

¿Qué había pasado en el corazón de este hermano tan apreciado? Como pastores, a veces las ovejas nos dejan con más preguntas que respuestas. Es difícil discernir sus comportamientos. Mientras permaneció soltero fue un líder admirable. Trabajador, dócil, obediente y (supuestamente) muy espiritual. Pero al contraer matrimonio y tener ya dos hijos todo cambió. De pronto resulta que Dios le habla y le dice que abandone la congregación a la que perteneció por tanto tiempo. ¿La razón? “Todo es no”.

Me imagino a Dios hablándole quizá en la madrugada y diciéndole: “hijo, en esa congregación te están dañando la psiquis y la de tus hijos. Vete de ese lugar porque mis mandamientos son  demasiado duros para ti y tus hijos.  En ese lugar se están enseñando mis mandamientos muy pragmáticamente. Mejor búscate otro lugar en donde mis ordenanzas sean más suaves”.

¿Puede usted creer esto? Lógicamente yo no rogué al hermano que cambiara de parecer. Cada uno, dice Pablo, vea como sobreedifica.

Esto me llevó a estudiar el fenómeno de la familia. Los hijos -dolorosamente a veces- son los peores enemigos de la vida de santidad de una familia. He visto innumerables veces que son los hijos los que deciden en qué congregación se reúnen con sus padres. Si a un hijo no le gusta tal o cual Iglesia, entonces amenaza con irse al mundo porque no están contentos en el lugar en donde sus padres han permanecido. Si en su congregación no le dan el privilegio de tocar su guitarra o su batería en el grupo de alabanza, se busca otra en donde le permitan hacerlo a su manera y con la ayuda de su “banda” organizan su propio “ministerio”. ¿Y los padres? Disculpe pastor, pero nosotros debemos apoyarlos y estar con ellos. No sea que se nos vayan al mundo. Esa es la excusa para que los padres sigan a sus hijos y no a la inversa como debe ser. Es decir, vamos a la Iglesia que le guste a nuestros hijos aunque nosotros, los padres, nos sintamos mal.

Bien. Volviendo a la historia de mi apreciable amigo que me llevó a estudiar todo esto, me quedé analizando qué fue lo que no le gustó a sus hijos. Claramente el Señor ordena, no sugiere ni pregunta si nos gusta o qué opinamos. Sencillamente ordena: “No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No dirás falso testimonioo y otros muchos “noes”. Y si esto es así, ¿a qué le decimos que sí?

Hagamos entonces una nueva lista de mandamientos de Dios: “Sí puedes tener novio a los trece años. Sí puedes tener sexo con quien quieras. Sí puedes vestirte como los del mundo. Los hombres sí pueden usar pelo largo y hacerse su cola de macho.  Además pueden usar diademas al estilo femenino. Los varones sí pueden usar aritos en la oreja que prefieran. Ambos sexos  pueden hacerse tatuajes en su cuerpo. Sí pueden usar pantalones rotos como J.Lo. Las mujercitas sí pueden usar blusas escotadas y mostrar su ropa interior. Ah, también pueden usar los famosos leggins, el color no importa. Las mujeres adultas pueden vestirse como quinceañeras. Los hombres adultos pueden llegar con sus adulterios ante Mi Presencia. Los pastores pueden usar el lenguaje que prefieran, nada es pecado. Yo no veo lo de afuera aunque en algún momento ese Pablo dijo que “todo tu ser, mente, cuerpo y espíritu” sea hallado irreprensible, pero disculpen, hijos, ya cambie de opinión, no es para tanto”

¿Le suena lógico? Parece chistoso y le pido perdón a mi Dios por esta parodia pero es necesario tener claro que quien manda y ordena la vida de los cristianos no son los hijos ni los chichis sino el Dios que nos salva, nos santifica y nos lleva a su Reino. Que quien pone las cartas sobre la mesa es nuestro Salvador y no nuestros queridos hijitos.

¿Resultado de aquel amigo que se fue porque en mi congregación había y hay muchos “noes”? Su hijo varón lo vi un día en la calle patinando con sus amigos en su tabla con el pelo largo, pantalones rotos y tatuados. La hija abandonó los estudios y se quedó como madre soltera. Es que buscaron un lugar en donde todo era “si…”. Ni modo.

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