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jueves, abril 25, 2024

El occidente infiel

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La crisis humanitaria de los migrantes en el Mediterráneo se origina en África de donde las personas huyen forzosamente de conflictos armados, persecuciones, pobreza, el cambio climático y violaciones masivas a los derechos humanos. Su objetivo es llegar a los países ricos de Europa y para ello se concentran en Libia, que es una parada clave en su ruta migratoria. Pero Libia es un país que vive un conflicto armado muy cercano a una guerra civil y donde los refugios de migrantes han sido ya ametrallados o bombardeados. Para poder llegar a Europa los refugiados deben atravesar el Mediterráneo en embarcaciones precarias que son guiadas por «coyotes». Si las embarcaciones son interceptadas por guardacostas gubernamentales los refugiados son devueltos a Libia a los peligros de la guerra, en una clara violación a los derechos de los migrantes. Si las barcas logran alcanzar aguas internacionales, usualmente, terminan zozobrando y sus ocupantes terminan ahogados. Docenas de cuerpos llegan a las costas de Libia y Túnez. Cuerpos de niños, mujeres y hombres. Se estima que solamente en 2019 unas 800 personas, unas 100 mensuales, han muerto intentando la travesía. Pero en aguas internacionales también renace la esperanza: organizaciones humanitarias rescatan a los migrantes que, de no serlo, muy probablemene morirían ahogados. Al momento de escribir este artículo el barco Ocean Viking ha rescatado 356 personas y el Open Arms alberga 147 rescatados. Esas cantidades sobrepasan la capacidad de ocupación de los barcos que no tienen más remedio que mantenerse a la deriva por semanas dado que los países europeos no les permiten atracar. Existen penas de cárcel para capitanes de barcos que lleguen a puertos europeos con refugiados a bordo. Italia impone una multa de un millón de euros a barcos que se dedican a rescatar naúfragos. Es el mundo al revés, se penaliza y castiga a los héroes que rescatan seres humanos de la muerte.

Situación muy parecida es la que se vive en los Estados Unidos en donde, por motivos electorales, se criminaliza a los migrantes y refugiados. Se les separa de sus familias y se les deporta por encontrarse trabajando en empresas. El discurso racista ha conducido a ataques de perturbados como el ocurrido recientemente en El Paso. Se niega el asilo a los refugiados violando el derecho humanitario internacional. El muro de rechazo se ha extendido a México, en donde la Guardia Nacional persigue a los migrantes, y hasta Guatemala que se sumó como «tercer país seguro» y, consecuentemente, se dedicará a impedir el paso de los refugiados obligándoles a pedir asilo desde allí. En el caso eventual de que El Salvador se sumara a la misma figura, estaría violando no solo los derechos de las personas migrantes sino también los derechos constitucionales de los salvadoreños.

Sorprende que esto ocurre en el occidente global, la región que se precia de su cristianismo. En donde los gobernantes colocan sus intereses electorales por arriba de la vida de las personas. Algo escandaloso y aún más despreciable al considerar el contundente mensaje de Jesús quien se presenta a sí mismo con un refugiado y como uno que está presente en cada forastero del planeta. Quien nos dice que lo que hagamos o lo que dejemos de hacer por un migrante a él se lo hacemos o no. Endurecerse frente a las crisis migrantes es endurecerse contra Jesús. Es ser gravemente infiel.

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