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jueves, marzo 28, 2024

En el mismo barco

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Salmo 73:5 “No sufren penalidades como los mortales, ni son azotados como los demás hombres”

¡Ajá! ¿Serà que esto es cierto? Hagamos un recuento: ¿Quién habla hoy de Messi? ¿O de Ronaldo? ¿De algún famoso de la farándula musical cristiana? ¿De los artistas? ¿Quién admira hoy los grandes templos hechos por los hombres? ¿Las megaiglesias? ¿Quién presume hoy ante sus audiencias del mejor verbo, de la mejor sintaxis en sus palabras?

No quiero ser cruel ni irónico, pero ¿Quién piensa hoy en ir al estadio a presenciar el partido de su equipo favorito? ¿Quién habla hoy de fútbol? ¿O de artistas de cine? Porque este virus ha puesto de rodillas al màs incrédulo. Porque ahora hasta el màs ateo eleva sus ojos al cielo. A un cielo que siempre ha despreciado. Y no solo al cielo sino también al que habita en el Cielo. Hoy todos están diciendo “primero Dios…” Y no es burla. Es ironía. Porque es necesario un latigazo de Dios a la humanidad para que todos piensen que Èl existe.

Pregúntese a usted mismo, hermano, si piensa todavía en la eternidad del dinero. Preguntese si todavía piensa que la vida no es corta cuando vemos tantas personas siendo enterradas anónimamente. Preguntese, hermana, si vale la pena enojarse por cualquier cosa y hacer sentir mal a los demás. Porque hoy, mis queridos hermanos y amigos, todos estamos en el mismo nivel. En el mismo barco, mi querido Jonás. La pandemia no está respetando ni a los príncipes de esta tierra. Ellos también están encerrados. Pregùntele a los ricos y famosos. Ellos también están siendo azotados. Ellos también sufren el pánico que sufren los màs pobres.

¿Que es del rico y el poderoso? pregunta la Biblia. Y esa pregunta tiene efecto hoy. Los grandes están escondidos en sus casas al igual que los humildes y necesitados. Este barco no se va a hundir -gracias al Señor- pero si nos va a dejar mareados. Algunos sin deseos de nada màs que de salir a la playa de sus deleites. De sus pecados y carnalidades. Otros, espero que sean los màs, a buscar al Señor que los ha guardado de toda infección.

Esto nos tiene que servir para meditar en nuestra propia existencia. Qué hemos hecho con la Palabra que se nos predica cada semana. Qué hemos hecho con las alabanzas que el grupo prepara con tanto interés para compartirla con nosotros. Qué hemos hecho con las invitaciones a asistir a la Iglesia y hemos preferido seguir con nuestras vidas creyendo que todo está bien. No. No todo está bien allá afuera. Porque aunque no lo creamos, vamos a salir. La pregunta es: ¿A que? ¿Como? Porque hoy, todos estamos en el mismo barco, mi querido Jonás, y es necesario que hagamos una catarsis interna para prepararnos y salir victoriosos de esta prueba. Hoy estamos viviendo lo que se nos dijo tiempo atràs: “Vendrán tiempos en que no podremos congregarnos en un templo”. Hoy el templo es nuestra casa. Nuestra habitaciòn. Hoy la iglesia se ha trasladado a nuestros hogares. Hoy es el tiempo del culto santo, agradable y racional del que habló Pablo.

Lamentablemente muchos -incluyendo evangélicos-, estamos viendo la tormenta y no nos arrepentimos. Muchos estamos esperando la orden de salir para volver a la playa. ¿Serà necesario que nuestro presidente nos diga en cadena nacional que no es tiempo de ir a la playa acaso? El sentido común nos lo tiene que decir, pero hay personas que en medio de todo este caos no piensan en nada màs que en darle gusto a sus deseos insanos.

Jonás es el ejemplo clásico de todo esto. El barco se estaba hundiendo y los marineros estaban orando a sus propios dioses. Incluso el capitán buscó a su dios para que le indicara en donde estaba el problema. Algo había en el ambiente que le estaba indicando que el problema de la tormenta, el virus, la deuda, la enfermedad, el cáncer, cualquier cosa que nos afecte, la mayoría de las veces es porque en el barco hay alguien que ha estado jugando con sus celulares en vez de buscar al Dios de su familia o de sus padres. La tormenta no era lógica, algo la estaba provocando. ¿Qué esta provocando que Dios haya permitido ordenar a un virus invisible que destruya tantas vidas, economías, cierre iglesias, atemorice personas, reúna familias y nos haga estar en casa? Creo que la única respuesta es: Dios nos pide que volvamos al primer Amor. Amor por Èl, por su Palabra, por la oración, por la intimidad con Èl, con nuestras familias y con nuestras propias almas.

SOLI DEO GLORIA

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