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jueves, abril 25, 2024

Que te alabe otro…

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Job 1:8 “Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como
él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?”
Hoy estamos viviendo una época en los que la gente se alaba a sí misma. Buscan los mejores
epítetos para autollamarse, calificarse de buenos y dadivosos. Como que hay un hambre por
ganar premios si no de la Academia por lo menos de algún grupo que anda siempre buscando
como premiar a los que hacen algún bien.


No es un secreto que la misma iglesia de Cristo no ha escapado a ese síndrome de
autoalabarse. Es cierto, hacen cosas buenas entre la gente pobre que los necesita y les llenan
el estómago con pan y tortillas. Siempre, detrás de ellos andan sus cámaras y reporteros
tomando nota de lo que hacen. Aparecen en las noches orando por los enfermos y llevándoles
una taza de café con leche para calentarles en algo la vida.


Pero, ¿fue eso lo que dijo Jesus que hiciéramos sus discípulos? ¿Fue eso lo que nos enseñó
que debemos hacer? ¿O fue todo lo contrario? Cuando hagas algún bien, que no lo sepa nadie
más que tu Padre que te ve en secreto.


Pero no es eso lo que hemos decidido hacer. Nos gustan las luces, las cámaras y los aplausos.
Esto me viene a la mente cuando hoy leí en mi devocional estas palabras de alabanza que
Dios expresó su siervo Job. Es una plática entre el Diablo y el Señor. Se están dirimiendo
algunas cosas con respecto al anciano Job y es Dios quien expresa esas hermosas palabras
que seguramente Job ni siquiera tenía en mente escuchar o pensar de sí mismo.
Y creo que es una cátedra de humildad y buena autoestima para no levantarse como un adalid
que llena de humo de fama sus acciones en beneficio de los demás. El mejor premio al que
podemos aspirar en esta materia es permitir que el Señor sea quien nos premie de acuerdo a
sus promesas y deseos. Nuestro deber es hacer calladamente las cosas en beneficio de
quienes nos necesitan, sin necesidad de tocar bombos y platillos para llamar la atención. De
todas formas, si somos sinceros, la Palabra ya nos califica de inútiles pues solo hemos hecho
lo que se nos ha mandado. Ni una acción más. Somos siervos inútiles que apenas hemos
obedecido en alguna medida lo que se nos manda a hacer.


Que esta reflexión sirva para que los cristianos vayamos madurando en nuestras acciones de
beneficio social. Es para el Reino de Dios que lo hacemos, para llevar más Gloria a su Gloria y
no para que nuestro nombre sea levantado entre los que nos leen en las redes sociales. Que
sea el Nombre del Señor glorificado debe ser nuestra meta. Y entonces, solo entonces, cuando
hayamos logrado algo así, nuestras acciones se escribirán en el Libro de nuestras acciones y
en el día final recibiremos la alabanza de nuestro Buen Dios.

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