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sábado, mayo 4, 2024

¿En dónde se perdió la pasión?

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2 Timoteo 1:6  “Por lo cual te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos”

Hay personas que anhelan casarse. Como pastor, he bendecido a muchas parejas que sueñan con su matrimonio, hacen preparativos, ahorran dinero para los gastos y viven emocionados porque al fin tendrán con ellos a la persona que han deseado tener por mucho tiempo.

Se casan. Fundan su hogar y luego su familia. Pasan los años, no muchos, pero con el devenir del tiempo se empiezan a acumular las deudas, los problemas con los hijos, las dificultades entre los esposos, las diferencias en los asuntos a veces sin importancia y la pasión que antes se mantenía encendida y que los hacía disfrutar su matrimonio empieza a disminuir. 

Largos días aburridos. Ya no hay tema de conversación. No se toman de las manos cuando andan en la calle. Ya no hay miradas de amor. Ya no hay toques que sin ser eróticos no dejan de ser tiernos. Los “te amo” se han extinguido y ya no se escuchan de sus labios. ¿Que ha sucedido? Se perdió la pasión. Y no hablo de la pasión sexual sino de la pasión por amar, por cuidar, por satisfacer los deseos y las necesidades del otro. Esa pasión se perdió en algún punto del camino y ahora son dos personas anodinas, empequeñecidas por el peso del aburrimiento y la rutina.

Eso mismo pasa con Dios. Algo sucede en el camino, se van acumulando situaciones que nos van alejando y nos volvemos fríos, indiferentes, cristianos aburridos, ya no sonreímos, no compartimos y nos empezamos a oxidar en nuestra relación con los hermanos. Se acabó la pasión. Ya no hablamos en lenguas. Ya no profetizamos. Ya no tenemos sueños.

¿En que momento perdió su comunicación con Dios? ¿En que momento El Señor pasó a segundo plano después de mirar la tele o navegar en internet? ¿En que momento que alguien le hizo o le dijo algo usted perdió su don de profecía, de interpretación de lenguas, su pasión por la Palabra?

¿En que momento se le perdió el deseo de seguir dando? Antes tenía la mano abierta pero ahora la tiene cerrada porque se niega a seguir bendiciendo a otros. ¿Donde perdió esa pasión por ayudar a otros?

La Biblia dice que siete veces cae el justo pero de todas ellas lo levanta el Señor, ¿por qué no se ha levantado usted?  Creo que hay una respuesta: Usted ha perdido la pasión. Esa pérdida ha provocado que usted ya no sienta nada por su familia, por su pareja, por su congregación.  Antes usted venía corriendo antes de empezar el servicio, pero ahora viene tarde, cansado, aburrido, sin deseos de participar en la adoración al Señor. Si, es cierto, canta, aplaude y hace algunas cosas pero ya perdió la pasión por ministrar a otros, ya no pasa adelante porque ha perdido el fuego, la pasión por recibir más del Señor. Ahora analiza que allí en su silla usted puede recibir pero no se humilla, no llora, no deja salir sus lágrimas de dolor o de amor por Jesus. ¿Donde perdió la pasión, el calor, el fuego del E.S.?

Usted era una persona generosa, daba mucho y siempre, pero de pronto dejó de dar. Ahora ya no trae nada para alguien, ya no trae ropa que no usa, ya no comparte de su comida. Ahora piensa ¿que me dan si doy? La pérdida de la pasión ha hecho que usted pierda la sensibilidad por los demás. Eso le ha hecho una persona pequeña, reducida a un simple ser humano. La grandeza no es el tamaño ni es un cuerpo perfecto. La grandeza es lo que llevamos dentro de nosotros, la grandeza no son músculos grandes, es ese algo que nadie entiende pero que está allí dentro de los corazones de los grandes. Usted necesita recuperar esa grandeza. Pablo le dijo a Timoteo: Aviva el don de Dios que hay en ti. Pero es usted quien tiene que avivarlo con la ayuda del Señor.

Seguramente un mensaje que se predicó no le gustó y eso le provocó enojo, ese enojo se acomodó en su interior y provocó que perdiera la pasión por el Señor. Ahora para usted es normal faltar a un culto de la Iglesia. Antes no faltaba a ninguno, pero ahora extrañamente usted se ausenta de pronto y no se da cuenta que nos hace falta. Sin usted no estamos completos pero eso a usted no le interesa. Porque ha perdido la pasión que antes llenaba su corazón.

La pasión es algo que debemos mantener encendida porque de lo contrario nos apagamos, nos volvemos fríos e indiferentes a la Palabra de Dios y eso nos pone vulnerables para los ataques del diablo.

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