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viernes, abril 26, 2024

El hermano mayor

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Lucas 15:25-30  “Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó música y danzas.  Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era todo aquello. Y él le dijo: «Tu hermano ha venido, y tu padre ha matado el becerro engordado porque lo ha recibido sano y salvo.”  Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba que entrara.  Pero respondiendo él, le dijo al padre: «Mira, por tantos años te he servido y nunca he desobedecido ninguna orden tuya, y sin embargo, nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos; pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, mataste para él el becerro engordado.”

El hijo pequeño viene de la calle. Sucio, maloliente, desarrapado, con el pelo pegajoso por la suciedad, hambriento y deseando un buen baño caliente.

Le ha fallado al padre porque tomó su herencia y la malgastó en vaya usted a saber qué cosas.

Y ahora regresa a la casa como si nada.  Como una blanca paloma se presenta ante el padre presentando excusas y pidiendo perdón.

¿Qué hace el Padre? Lo que haría usted o yo: perdonar. Que entre, se bañe, se arregle y que pongan sus cubiertos en la mesa para cenar juntos. No se hable más del asunto. Pecado confesado, pecado perdonado.

Pero, en medio de la fiesta, ¿ni saben quien llegó del campo? Ah, el perfecto, el impoluto, el que nunca había fallado, el servidor a tiempo completo, el que siempre estuvo trabajando para la finca. Su dinero lo tiene bien guardadito y escondido en donde nadie se lo encuentre. Es un trabajador honrado y cabal con su papá. Nunca ha disfrutado ningún becerro ni gordo ni flaco. Todo por culpa de su hermanito, el consentido que a él si le dan todo, pero a mi nunca me has dado nada. Has visto que vienen mis amigos y nunca has dicho que los atiendan y les sirvan como lo has hecho con ese vago que se malgastó tu dinero en rameras y sus vicios.

El padre, como buen padre, le ruega que entre a la fiesta y se alegre por el regreso de su hermano. ¿Como? ¿Le ruega? ¿Tiene un padre que rogar a un hijo pues? ¡Oh! las cosas que pasan en las familias. ¿Un padre rogando a un malcriado que entre a comer?

Bueno, como decía aquel programa de antaño: “Hasta en las mejores familias”, eso mismo pasa en muchas congregaciones.

El “hermano mayor” se enoja porque Dios le hace un milagro al que acaba de llegar. Se molesta porque no solo no sirve, no ha sido diácono, no sabe lo que es sudar allá afuera en el parqueo cuidando carros, no sabe lo que es limpiar baños sucios, no sabe lo que es aguantar a los hermanos cuando no obedecen, en fin, no sabe nada de lo que es trabajar para la Iglesia, y ahora viene con un testimonio que el Señor tan Bueno, le sanó a su mamá, le envió provisión para irse a la playa y muchas cosas mas…

¿Y a mi?, se pregunta el viejo, perdón, el mayor, ¿y a mi porqué Dios no me hace milagros? ¿Es que mi hermano es mejor que yo? ¿Que yo, que siempre he estado aquí en la casa del Padre, que he estado sirviendo tanto tiempo sin pedir nada, que me he esforzado por vivir conforme sus mandamientos, a mi no me da nada?

¿Podemos ver la insolencia de este hijo mayor?

No, no es lo mismo servir por interés que servir por amor.  El hermano mayor sirvió al padre esperando calladamente, hipócritamente silencioso, esperando que un día le dieran su recompensa. Pero al mismo tiempo, al ver que no le daban nada, empezó a guardar rencor, cólera escondida, ira disfrazada con el trabajo, salía temprano no a trabajar sino a rumiar su enojo.  Llegaba tarde pero no por estar ocupado en las faenas del campo sino porque retrasaba da minuto su regreso para no enfrentar al padre que según él, no era justo ni equitativo.

Ya había olvidado el gran amor del Padre cuando, sin pedirlo él, le entregó también su fortuna al igual que al hermano menor. Pero la amargura dentro de su alma le impidió disfrutar de su bendición. La guardó para restregársela a su padre y a su hermano pretextando que él sí era honesto, recto y honrado.

Todo era mentira. Era enojo. Amargura de la peor calaña. El hermano mayor es la copia fiel de los que están cantando coros en la Iglesia, pero dentro de su corazón anidan enojo e ira contra aquellos que se gozan, que se alegran ante la Majestad Bondadosa de nuestro Padre Celestial, reciban o no su milagro. Porque lo amamos no por lo que nos da. Le servimos no por lo que nos pueda dar, sino porque ya nos dio. Nos dio a su Hijo y con él nos ha dado todas las demás cosas.

Maravilloso, ¿no creen?

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