2ª de Samuel 22:24
“Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, Ni de él escondió su rostro; Sino que cuando clamó a él, le oyó.”
Llorando con propósito: Cuando estés en el suplicio de la desesperación, recuerda que cada lágrima que derrames debe ser con un propósito, ante la presencia del Padre, pues Él hará tu carga más liviana, aclarará tu mente, te dará contentamiento, esa paz que sobrepasa todo entendimiento, pero si sólo lloras dando rienda suelta a tu aflicción, compadeciéndote sólo a ti misma y no lo haces involucrando al Señor, ¡puedes caer en el fondo de una inmensa depresión!
Te pido que en momentos así puedas recordar que estás hablando al Dios Altísimo, Omnipotente, al Dios de eternas misericordias.
En éstos y en cualquier otro tipo de problemas, quiero reiterarte que EL ÚNICO QUE PUEDE AYUDARTE ES EL SEÑOR, Dios creador del universo. A Él puedes llegar con espíritu quebrantado y corazón contrito y humillado (51:17) y cuando leas Su Palabra, ella te fortalecerá. Sólo debes creer y aferrarte en las promesas de que el Señor podrá solucionar cualquier problema. Debes tener en mente que, en este espinoso camino a seguir, tú deberás hacer tu parte, a medida que vayas incorporando a tu vida diaria lo que la Palabra de Dios dice y te sujetes a sus mandamientos.
Orar con confianza: Quiero contarte de Daniel. Él y sus tres amigos Sadrac, Mesac y Abed-nego (Daniel 2:49), estuvieron a punto de morir porque no había sido interpretado un sueño que tuvo el rey Nabucodonosor. El rey había acudido a magos, astrólogos, encantadores y caldeos (Daniel 2:2), para que le interpretarán un sueño inquietante que había tenido, sin tener éxito alguno, por lo que el rey emitió un decreto condenando a muerte a todos los sabios de su reino, lo que incluía a Daniel y sus tres amigos.
Daniel, entonces, se comprometió a interpretar el sueño del rey, confiando en el Dios Todopoderoso para que le revelará el significado, él sabía en Quién había creído, a Quién podía aferrarse. Daniel confío que el significado vendría de Dios. Creyó, clamó, imploró, suplicó, rogó, buscó el favor del Señor. ¿A quién llamas tú primero cuando tienes una dificultad o problema grave? ¿Qué clase de consejeros buscas para que te ayuden? Daniel no confió en sus propias fuerzas, ni buscó consejeros humanos. Daniel primeramente ORÓ con sus tres amigos, pidiendo la intervención divina. ¿Qué sucedió? La interpretación del sueño le fue revelado a Daniel, salvándolo de la muerte junto con sus amigos y los demás sabios del reino. Y una vez interpretado el sueño, Daniel le dio de inmediato toda la honra, la gloria y el honor al Señor.
Recuerda que ningún conocimiento pasado, presente o por venir está fuera del alcance de Dios, pues su sabiduría es infinita.
¿Qué crees tú de Dios?, ¿Crees que Él lo sabe todo, lo puede todo, lo hace todo?, ¿Estás seguro de que puede cambiar tus circunstancias?, ¿Tú dependencia viene sólo de Él y de nadie más que de Él?
¿Quién como nuestro Dios? Nadie. ¡Él no te dejará avergonzado! Ten presente que, en cualquier problema, tú tienes la opción de decidir a quién irás a buscar. ¿Buscarás ayuda en una persona que lee las cartas, un adivino, una vidente o algún gurú oriental, para que te ofrezcan falso consuelo, cayendo en las trampas y mentiras del enemigo? O, en su lugar, ¿Buscarás al Padre Eterno y Poderoso, quien creó los cielos y la tierra? ¿A quién le creerás? La decisión es tuya, pero también las consecuencias…
Después de que hayas pedido a Dios su guía y dirección, pídele que te otorgue el discernimiento espiritual para escoger a la persona correcta que te brinde una sana orientación o discipulado, basado en Su Palabra. Considera en este tema, la entrega espiritual del consejero, su fundamento en sana doctrina, su nivel de confidencialidad, sus frutos espirituales y su nivel de experiencia en la temática que afrontas.
Romanos 10:11
“Todo aquel que En Él creyere”, no será avergonzado.”
