Proverbios 24:16
“Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse”
¡Cómo nos envuelve el enemigo con sus mentiras! Mientras yo estaba bajo los efectos de mi adicción, me sentía alegre, libre y relajada, pero todo era una ilusión pasajera. Pasados los efectos, otra vez venía el remordimiento, la tristeza, el desencanto, la culpa y la vergüenza. La voz interior nuevamente me decía: ya estás perdida, para ti no hay perdón, abandona la lucha, eres una pecadora…
Salmo 37:24
“Cuando el hombre cayere, no quedara postrado, porque Jehová sostiene su mano”
Por supuesto que no estoy diciendo que tengamos siempre este incorregible estilo de vida y que luego vengamos tranquilamente a pedir perdón.
Debemos aceptar que tendremos consecuencias a causa de este estilo de vida. No debemos caer en aquel pensamiento tradicionalista: “peco, luego lo confieso y sigo inmutable con mi modo de vivir; y luego, una y otra vez vuelvo a pecar y vuelvo a pedir perdón”, sin tener el mínimo sentido de culpa por estar desagradando al Dios Altísimo, o de genuino interés por cambiar el rumbo torcido de nuestra vida.
En este punto, debes tener presente que remordimiento nunca será igual a arrepentimiento, el primero es pasajero y superficial, el segundo es permanente y significa una transformación de la persona en aquella área, donde decide cambiar radicalmente sus malos hábitos o conductas erráticas.
Lo que sucede es que muchas veces queremos abusar de la gracia, justificando nuestro pecado, como apreciamos en este pasaje:
Romanos 5:20
“Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.”
Lastimosamente, no leemos la siguiente porción del mismo pasaje:
Romanos 6:1
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?
En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?!
Lo que estoy tratando de decirte es que no abandones esta batalla espiritual que todos sufrimos en la vida, por ningún motivo. Que te empecines en alejarte del pecado, sea cual sea, y que nunca te acomodes a vivir irresponsablemente, desobedeciendo reiteradamente y con tranquilidad, sin querer dejar estilos de vida contrarios a Sus designios, pidiendo perdón de labios y auto consintiéndote descaradamente en esa manera de vivir.
Por el contrario, ¡Debemos ser creyentes luchadores!, esforzándonos cada día en ser mejores personas para nuestro Dios y cuando estas luchas llegan (pecados repetitivos), perseveremos en clamar e implorar, pues la oración, junto con la Palabra del Señor y la alabanza, son nuestras armas infalibles. En nuestras fuerzas es imposible cambiar, pero con las armas del Dios Viviente podremos vencer.
La contestación a mi oración
Finalmente, ¡el Señor oyó mis ruegos! El nunca despreció mi oración, ni me desechó, ni me condenó, lo que hizo fue darme la firme convicción de no ceder a tal tentación nunca más. En otras palabras, me dio la fortaleza necesaria y suficiente para no volver a ingerir ningún tipo de bebida con alcohol ni fumar. ¡Aleluya, Gloria a Dios! Sin necesidad de someterme a terapias, tratamiento o grupos especializados.
No olvides que Jesús vino a este mundo por los pecadores, por los oprimidos por el pecado. Él es nuestro libertador y nunca te condenará sin darte una oportunidad de arrepentimiento y cambio radical. Él tan solo mira corazones sedientos de abandonar prácticas contrarias a la voluntad de Su Padre, busca corazones contritos y humillados, sinceramente dolidos por fallarle a Él y que, en actitud suplicante, le pidan Su Misericordia y Su Poder para liberarse de su mala manera de vivir. Amén.
Lucas 4:18
“El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar
a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos.”
Este testimonio continua…
