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domingo, abril 28, 2024

Catorce días y catorce noches

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Hechos 27:27  “Y llegada la decimocuarta noche…”

Desde que salieron de Cesarea en donde Pablo había estado defendiendo su causa ante Agripa, Berenice y otros reyes, su situación, en vez de mejorar ha ido de mal en peor.

Lo embarcan en una nave que va para Roma pues ahora es prisionero del Imperio al haber apelado al César, lo llevan en cadenas junto a otros presos hacia su destino.

Pablo sabe que él no morirá sin antes haber predicado su Evangelio en Roma, así que va tranquilo, si, tranquilo a cumplir su destino hasta que las cosas se ponen verdaderamente feas.

Porque el mar, el viento, la oscuridad y las tinieblas se oponen a que llegue sano y salvo a su lugar.  Empieza a sufrir vértigos junto a sus compañeros prisioneros cuando el mar empieza a amenazar con hundir la nave.  Los capitanes y oficiales al mando no saben qué hacer en tales circunstancias, a pesar de ser hombres de mar.  Están temerosos y asustados ante la amenaza del mar embravecido que rompe sus olas espantosas contra los costados de la nave.

La noche se ha apoderado del ambiente. No hay luz por ninguna parte. Las noches son interminables porque de día no hay sino solo tinieblas y oscuridad. Una densa niebla evita que los rayos del sol penetren su sendero, lo cual hace ver que las noches son eternas.  ¿Cuando irá a amanecer por lo menos? Catorce días con sus catorce noches estas personas han estado esperando que un día amanezca y puedan ver lo que hay adelante de sus ojos.

Pero no.  Cada vez más, las tinieblas oscurecen el horizonte y los hombres del barco entran en pánico. Se pierden las esperanzas de vivir. Se pierden los alimentos. Se tiran al mar lo que no se utiliza con tal de aligerar la nave.  Nada parece funcionar. Bajan los brazos.  Se declaran vencidos y cansados de tanto luchar con una tormenta que ya lleva catorce días y noches azotando sus vidas y sus esperanzas.

Esto es parte de nuestra vida.

Muchos empezamos nuestro viaje por este año con la esperanza de llegar al final con victoria, sin deudas, con la hipoteca cancelada, habíamos hecho planes de llegar con suficiente provisión cada mes para cancelar nuestros compromisos.  Algunos hicieron planes de que este año su matrimonio iba a mejorar. Que iban a ser mejores cónyuges, mejores amigos y mejores esposos. Otros, que este año iban a concebir ¡al fin! el bebé tanto tiempo esperado. Quizá usted hizo planes para este año de terminar sus estudios, alcanzar su maestría tanto tiempo soñado, tener un mejor empleo para llevar más pan a la mesa de sus hijos.

Quizá usted, lectora, hizo planes que este año se iba a operar ese bultito que le salió en el vientre, o que iba a realizar el viaje al extranjero para visitar a sus hijos al otro lado del continente.

Pero vino la tormenta.  La tormenta perfecta. Viento, agua, neblina, oscuridad, angustia, dudas, pandemia, ómicron y todo se detuvo.

El bultito se ha convertido en metástasis.  Los hijos se cambiaron de dirección. La hipoteca siguió su curso. El trabajo no llegó, el sueldo no alcanza.  La tormenta lo estropeó todo. Los hospitales no están operando nada porque se dedican a la pandemia. No hay medicinas, no hay médicos.  Y, si los hay, están demasiado fuera de presupuesto.

Catorce días con sus catorce noches navegando en oscuras. Sin ver nada en el horizonte. Solo los sonidos lúgubres del viento, el agua y las olas que amenazan con hundir su fe.

Lo que los marineros angustiados no saben, es que el prisionero al que tienen en alta estima los oficiales tiene una palabra de aliento para ellos: Hechos 27:22-23  “Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, porque no habrá pérdida de vida entre vosotros, sino sólo del barco. Porque esta noche estuvo en mi presencia un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo…”

Pablo, el prisionero modelo, el que ha sostenido la fe de los marineros y ha advertido del peligro, ahora les imparte una palabra de aliento. La tormenta no se calmará, no. Pero quiero que sepan que en medio de la tormenta, el Ángel del Señor está con nosotros. Se los digo porque él ha estado conmigo esta madrugada. Así que no teman. Se perderán algunas amistades, algunos que dijeron que eran sus amigos se perderán en la historia, pero sus sueños, sus deudas, ese bultito en el vientre, sus hijos y su casa, todo tendrá solución.

No se angustien entonces, aunque la tormenta arrecie y sus vidas parece que naufragan, estarán seguros. Todo saldrá bien. Sus vidas están seguras y no tendrán falta de ningún bien.

Porque el Ángel del Señor está y estará con nosotros.

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