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viernes, mayo 3, 2024

Buscando asnas

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1 Samuel 9:3  “Y las asnas de Cis, padre de Saúl, se habían perdido, por lo cual dijo Cis a su hijo Saúl: Toma ahora contigo uno de los criados, levántate, y ve en busca de las asnas”

1 Samuel 9:20 “En cuanto a tus asnas que se perdieron hace tres días, no te preocupes por ellas pues han sido halladas”

¿Qué buscan enseñar los padres de esta nueva generación?  ¿Qué es lo que les están enseñando a sus hijos para que vivan de manera aceptable delante del Señor?

¿A qué los están enviando al mundo? ¿A vivir una vida honesta, recta, empática, educada, gentil y cortés? Lo dudo. Sinceramente lo dudo. Basta ir a un centro comercial, entrar a un ascensor en donde vayan jóvenes, salude al entrar y verá que nadie le responde el saludo. Se le quedarán viendo como si usted fuera un insecto molesto que entró a su espacio.

¿Todo por qué?

Sus padres los enviaron al mundo a buscar asnas. Es todo lo que les importa. Que encuentren sus asnas. Que encuentren la forma de estudiar lo más que puedan, que se llenen de títulos, que se preparen para hacer dinero a como de lugar, lo demás no importa. Que trabajen como animales para llenarse de dinero para que los mantengan en su vejez, que no se casen, que no tengan familia hasta que su cuenta en el banco tenga varios ceros a la derecha.

Desde pequeños los estamos viendo encerrados en sus clases de la escuela aprendiendo lo que debieran aprender en sus casas: A ser niños bien educados, niños bien enseñados en las costumbres que, como cristianos, debemos inculcarles para su futuro. Instruye al niño en su camino dice el proverbista.  Pero eso no aplica en la mayoría de los hogares cristianos.  No. Lo que importa es lo que la escuela les pueda enseñar, luego la Universidad y por último el mundo.

Ya tendrán oportunidad de servir al Señor cuando sean viejos. Cuando hayan encontrado sus asnas y puedan darse un pequeño descanso en su ajetreada y enferma vida. Esa es la realidad de hoy en día. Importan más las asnas que buscar al profeta que les enseñe lo que la vida les depara.  Es la triste realidad.

Eso le sucedió a Saúl.

Su padre Cis había perdido sus asnas. Es decir, su religión. Sus costumbres. Sus hábitos ancestrales. Cis había entrado en un estado en que ya no tenia placer por las cosas espirituales. Se perdió el interés en leer la Biblia. Se perdió el calor humano. Se perdieron los sueños que tanto tiempo había mantenido.  Y le ordena  su hijo que vaya a buscar lo que se le perdió. Eran sus asnas. Era su futuro. Su único interés era que encontrara sus asnas para estar tranquilo. Anda, estudia, trabaja, sé alguien en la vida. Date el valor que debes tener. Date a respetar. Sé grande para que todos te admiren.

Saúl está tan interesado que lo primero que le pregunta al profeta no es que le enseñe los misterios del Reino de Dios. No, eso no entra en su ecuación. Lo que le interesa a Saúl conocer no es lo que el profeta pueda o tenga que decirle, lo que le interesa es que el profeta le indique en donde puede encontrar sus asnas.  Vea por donde anda el interés de este joven enseñado desde pequeño que lo que vale en la vida no es lo espiritual, es lo animal. Lo que produce dinero y bienestar.

Samuel, obedeciendo las instrucciones del Señor, le da las reglas del juego. Olvídate de las asnas. Tu papá ya las encontró.  Tu padre ya está tranquilo porque ya tiene lo que le interesa. Para ti hay un destino diferente. Tú no eres un buscador de asnas. Tú has sido creado para ser rey, para gobernar, para dirigir no una empresa sino un destino Divino.

Saúl es sorprendido por las palabras del profeta. Su vida no ha sido diseñada como la de su padre. A su padre le enseñaron que lo importante en la vida era tener asnas que produjeran cosas materiales. Y eso fue lo que le quiso enseñar a su hijo. Pero Dios tenía un camino diferente para Saúl. Aunque Saul pone una serie de excusas como su baja autoestima, su procedencia de una aldea pequeña, como sentirse un ser insignificante. Tanto que se escondió porque no quería que se llevara a cabo el plan de Dios para su vida.

Sin embargo Samuel, el hombre de Dios no se da por vencido. Si Dios dijo que Saúl iba a ser rey, sería rey muy a su pesar.  Las asnas no entraban en el plan de Dios para Saúl.

Quizá lo mismo aplica para sus hijos…

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