Por: Luis Medina | Director La Prensa Cristiana
En casa, es común ver a Lucas, mi hijo, armando sus tan gustados Legos, esos juegos con un sinfín de piezas, llenos de creatividad e ingenio, que amalgamados arrojan una obra de arte, compañía europea que regaló al mundo desde el siglo pasado una nueva forma de jugar bien. En su etapa inicial para armarlos requería de un acompañamiento o guía, y el deleite era más ver como los armaban y su producto final, que contribuir en la estructura de este, pienso esa era la etapa 1, por la que todos hemos pasado en la vida, donde hemos requerido de alguien que nos enseñe como se deben hacer la cosas, y nuestra alegría en ese momento a estado vinculada más que a desarrollar, en ver como alguien lo hace para nosotros impregnarnos de como hacerlo posteriormente. Nada distante de Jesús, que en la etapa primera enseñó a sus discípulos haciendo.
Para estos días, ya no corre con esmero o entusiasmo a pedir ayuda, sino que se sienta y comienza a crear y estructurar por sí solo, a decir verdad, se siente extraño, pero es parte de crecer, un día Jesús les dijo a sus discípulos que se iría, pero dejaría con ellos al consolador (Espíritu Santo), esa independencia extraña donde el vinculo está en seguir los pasos, pero hacerlo ahora por si mismo.
Cada instante de nuestra vida constituye una pieza, que va construyendo que somos, hay etapas de las que no hemos sido responsables de cómo se construyen, pero hay otras etapas que son el producto de nuestras decisiones, acciones y omisiones. Creemos con alegría y entusiasmo, forjemos con valentía y esmero, que el vaivén de la vida no se convierta en amargura, sino en la estructura de un nuevo amanecer. No permitamos que las responsabilidades se conviertan en una gigantesca bola capaz de arrollar nuestro ímpetu, todo aquello de nuestro entorno que como espinas desinfla nuestro ánimo, tenemos la necesidad de erradicarlo.
