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jueves, septiembre 19, 2024

¡Otra vez el pródigo…!

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Lucas 15:13 “No muchos días después, el hijo menor, juntándolo todo, partió a un país lejano, y allí malgastó su hacienda viviendo perdidamente”

Mi mamá siempre me decía cuando me portaba mal y tenía que aplicarme un par de coscorrones: ¡Hay, Carlitos!  ¿Cuando vas a aprender?

Eso nos pasa con la parábola del hijo pródigo o como quiera usted llamarla.

Porque cada vez que leo esta historia, con la ayuda del Espíritu Santo, encuentro otras verdades que han estado ocultas por mucho tiempo a mi simple vista. Bien me enseñó uno de mis profesores en la Universidad: Pastor, tiene que aprender a leer la Biblia con ojos nuevos. Y es cierto. 

Porque ¿cual fue el pecado de este joven de la historia? No fue pedir su herencia. Era lo normal en aquel tiempo del primer siglo. Dicen los historiadores judíos que en una familia judía, cuando uno de los hijos alcanzaba la mayoría de edad, lo lógico era que deseara irse de la casa para fundar su propia familia y su propio negocio. Es más, todos los demás miembros esperaban eso precisamente. Para eso había sido educado el hijo. Desde pequeño había sido enseñado en la Ley de Dios y se le había preparado para que, llegado el día, el hijo ya cumplido su tiempo se fuera de la casa. 

No como hoy que muchos padres se niegan a darle libertad al hijo para que se vaya a encontrar su destino, guiado por supuesto, de la Mano del Dios que se le enseñó a adorar y obedecer. Cuando no se le enseña a un hijo esos principios vitales para la vida cristiana, es lógico que a los padres les de miedo que ese muchacho no sepa o no pueda enfrentar la vida solo y es por eso que muchas veces lo convierten en “hijo de papi” o “hijo de mami”. He allí el fracaso de muchos jóvenes evangélicos que cuando tienen que vivir en sociedad fuera de las paredes blindadas de su casa, sucumben y echan por la borda todo lo que debieron aprender desde niños. 

Tengo la costumbre, no sé si buena o mala, de advertirles a los padres de nuestra congregación: “Preparen a sus hijos o hijas para cuando vayan a la Universidad” Porque mientras vivan bajo su techo y cuidado, ustedes les han llevado y traído del colegio, pero cuando vayan al nivel superior, tendrán que caminar solos, sin nadie que los vigile como lo hicieron ustedes. Allí encontrarán una gama muy grande de compañeros  a los que ellos tendrán que aprender a discernir si son buenas o malas amistades. Allí aprenderán que hay chicas muy bonitas y de buena figura pero con uno o dos abortos en la conciencia. Allí se encontrarán con muchachos muy educados y de buena apariencia pero en su interior podrán ser perversos, drogadictos y hasta violadores de muchachas desprevenidas. No quiero ser ingrato, pero eso es la vida pura. La vida se compone de retos y cada quien tendrá que enfrentar sus propios desafíos, y, si no están preparados para lo que van a ver y escuchar, el fracaso estará a la vuelta de la esquina. “Preparen a sus hijos para cuando vayan al encuentro de la vida”. 

Bueno, volviendo al hijo que pidió su herencia a su padre, después de tantos mensajes que se han predicado al respecto, hoy quiero compartir lo que está escrito en ella pero que pocas veces nos damos cuenta.  La historia dice que este joven, después de haber reunido todas sus pertenencias junto con el dinero que el padre le dio para que se sustentara en su nueva vida, cometió el terrible error de “partir a un país lejano”. ¿Qué significa esto? Sabemos que en la tierra de Israel gobernaba el Dios de Israel. Todo judío sabía que en su tierra se manifestaba la Presencia de Dios que los protegía, los dirigía y los gobernaba. Es por eso que para ellos, el Templo era el centro de la tierra. El Templo era la luz del mundo. En consecuencia, fuera de Israel no estaba el Dios de su tierra. Habían otros dioses que toleraban los vicios, las malas conductas y no se metían en la vida de sus fieles. Es más, sus mismos dioses incentivaban la prostitución sagrada, el homosexualismo religioso y otras barbaridades. 

El pecado de este joven entonces, fue salir de su tierra. No quería ser dirigido ni gobernado por el Dios que sus padres le habían enseñado a adorar. Quería vivir su propia vida. Quería hacer lo que quisiera sin que nadie le reclamara nada, incluyendo al Dios que lo amaba.

Ya sabemos todo el periplo de este joven. Se fue a una tierra en donde no conocían al Señor y Dios se Israel, por lo tanto, no tenían ni temor ni amor ni nada que darle, ni un bocado de pan. Es más, ni siquiera las porquerías que comían los cerdos le dejaron probar.

Pero Dios que es Bueno y Misericordioso, trabajó en secreto para hacerlo volver a donde nunca debió haber salido: La casa del Padre. ¿Andaremos nosotros disfrutando la vida lejos de la tierra de nuestro Dios?  Vaya usted a saber.

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