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viernes, marzo 14, 2025

Los pozos

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Génesis 26:15  “Y todos los pozos que los siervos de su padre habían cavado en los días de Abraham su padre, los filisteos los cegaron llenándolos de tierra”

Leemos la Biblia a veces como leer un libro cualquiera. Año tras año y día tras día tenemos nuestra rutina de lectura bíblica sin reparar en algunos pasajes que esconden grandes misterios y enseñanzas.

El Señor lo sabe, es por eso que de pronto el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda y nos hace ver cosas que ojo no vio ni oído oyó porque son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman.

Y yo amo al Señor. Es por eso que mi anhelo desde hace años es que Él me enseñe esas cosas que otros ojos no han visto ni otros oídos han escuchado. No es egoísmo, es pasión. Pasión por las Escrituras, pasión por conocerle más cada día. Pasión por estar a su lado todos los días que yo pueda. Aún, como dijo Pablo, no lo he logrado. Pero no quiero que me digan en el día final que por lo menos no lo intenté.

La pregunta que surgió en mi corazón cuando leí el episodio de los pozos que Abraham había ordenado a sus siervos que cavaran en la tierra que había poseído por un tiempo, me intrigó. Me puse a pensar qué tan importantes eran esos famosos pozos que hasta nombre le pusieron y que los filisteos estaban tan interesados en cegarlos con tierra y piedra.  La pregunta fue: ¿Qué misterio encierran esos pozos en la mente del Señor? Y creo que tengo una parte de la respuesta.

Aquí les va…

Para los antiguos, los pozos no eran solo unos agujeros para sacar agua. Los pozos eran lugares de reunión. Era el lugar obligado para que los pastores y viajeros hicieran un alto. Los pastores se reunían en esos pozos para darle agua a sus rebaños, pero mientras los encargados sacaban el agua para darles de beber, los pastores se reunían para intercambiar información. Recordemos que eran personas de diferentes lugares de la región y del país. Cada pastor era una biblioteca andante. Cada pastor era un periódico que llevaba las últimas noticias sobre sus lugares de origen.

Por lo tanto, los pozos servían para obtener información. Pero también servían para platicar las cosas diarias, para encontrar respuestas y seguramente, lugares de reunión social. En medio de todo esto, los pozos eran lugares en donde se hablaba de los dioses. Y aquí está el dabar: Los pozos que Abraham había abierto eran especialmente para hablar del Dios Jehová. Para enseñar un poco de Torá a aquellos que le escuchaban. Eran lugares de reunión en donde se compartía la Palabra del Dios de Abraham y donde se contaban sus hechos y prodigios. Muchos pastores terminaban creyendo lo que Abraham les enseñaba con respecto a su Señor y Dios.

Es por eso que los filisteos, acérrimos enemigos de todo lo que fuera Dios de los cielos, optaron por cegarlos con tierra y piedra para que no sirvieran más para que no se enseñara nada concerniente a un Dios desconocido.  Sería el equivalente a cerrar hoy una iglesia.

Es por eso que en este capítulo se le da tanta importancia a la historia de los pozos que tanto Abraham como su hijo Isaac abrieron en su camino a su Tierra Prometida.

Bueno, ahora vengamos a nuestro siglo: Cada Iglesia, cada cristiano debe ser un pozo. Un pozo de sabiduría, un pozo de conocimiento de nuestro Dios, un pozo que transmita el conocimiento del Señor Jesucristo. Cada iglesia debe ser un pozo en donde se predique la Palabra del Señor y no solo se dé información de lo que hacen los políticos o encargados de la nación. Así como el siervo de Abraham cuando le enviaron a buscar esposa para su hijo Isaac sabía en donde podría encontrar la respuesta: En un pozo. Y allí encontró a la famosa Rebeca.

Hoy, muchas personas acuden a los pozos de supuesta sabiduría para encontrar las respuestas a sus inquietudes, a sus dudas y el encuentro personal con Jesucristo, pero lamentablemente lo que están encontrando son chistes, burlas, presunciones, pláticas motivadoras para alcanzar prosperidad, menos las respuestas a sus problemas que les agobian. 

Ya dejamos de ser, como dijo Jesús en Juan 7:38 “El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: «De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva”

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