Por el Pastor: Pai Otoniel Alvarado|
Iglesia: Lirios del Valle Central
Ovejas y embajadores
Hay muchos símiles, donde somos comparado con diferentes figuras en la palabra de Dios, por el hecho que somos sus hijos. Como, por ejemplo, el que somos como robles de justicia, como las águilas, como el búfalo, como sus polluelos, como la sal, la luz y los pámpanos. Pero no debemos de olvidar, que, de manera innumerable, Dios nos compara y nos trata como sus OVEJAS. Nos dice que pertenecemos a un rebaño siendo él nuestro buen pastor. Y como su rebaño amado que somos, debemos de conservar esa esencia de ovejas en nuestros corazones. Dejarnos pastoreas, dejarnos corregir, alimentar, apacentar, sustentar, orientar, guiar y conducir debe de ser nuestro enfoque diario. No hacer lo que se nos venga en gana. Sino someternos a su pastoreo constante. Recordemos que las ovejas por naturaleza sufren de miopía, por lo tanto, son de corta visión. Por ello debemos de estar atentos a la voz de nuestro pastor, para ser guiados en el camino y no perecer. Toda oveja que se aísla es presa segura de los depredadores, solo las que se conservan en el redil, lo suficientemente cerca de su pastor, vivirán seguras y felices. No hay garantía de vida lejos del rebaño. No hay manera de preservar nuestra salvación alejados de Dios y de su congregación. Solo en él tenemos el aguan y el alimento requerido para vivir. Así que cada vez que seamos conducidos a los pastos elegidos por nuestro pastor, comamos todo lo que podamos y bebemos cada día del H2o derramado en los abrevaderos, porque el camino es largo. Y aun, cuando seamos ovejas perniquebradas, debido a las correcciones de nuestro pastor, mantengamos la esencia de una oveja fiel, y totalmente dependiente de la guianza de su pastor.
También somos embajadores
Una de las cosas que nos hace ser hijos amados de Dios, es ser embajadores. Sus testigos, sus representantes, sus discípulos activos aquí en la tierra, dispuestos a continuar su trabajo en cada nación. Pero hemos hecho enramadas para no bajar de los montes. Nos hemos acostumbrado a danzar alrededor de la zarza ardiendo, pero no vamos a Egipto a liberar a los esclavos. Porque la mayoría piensa que solo los pastores deben de predicar. O que solo aquellos que han estudiado algún grado teológico son aptos para cumplir con la gran comisión. Si embargo muchos han predicado en el pasado, y han evangelizado en años anteriores. Pero por diferentes causas, pretextos o excusas lo han dejado de hacer en el ahora. Aun cuando hemos dicho heme aquí, hemos fallado a nuestra misión. Aun cuando sabemos que “ay de nosotros sino predicamos el evangelio”, solamente suspiramos, y decimos indecisos, “algún día lo volveré a hacer”. Pero para mientras el tiempo pasa y las almas se condenan cada día una a una. Por eso Dios nos recuerda que somos embajadores. Que somos su voz, sus manos y sus pies en la tierra. Así que no podemos rebajarnos a vivir como simples mortales o como personas normales como lo dicen los fríos. Reclamando derechos personales para quedarse sin tiempo y así no realizar la tarea evangelística. Somos testigos de milagros, somos testigos de su gracia y misericordia. Todos esos testimonios deberían ser los temas de nuestra predicación. Sin demorarnos en la disque preparación que al final nunca llega. Y se convierte en la excusa para no cumplir con nuestra misión. Así que no olvidemos que debemos predicar, no olvidemos que somos embajadores.
Si bien es cierto ovejas dependientes, pero también embajadores responsables.
Obedientes como ovejas y diligentes como embajadores.
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