Basado en Hechos 18:1-3, 24-26 / Hebreos 6:10
A veces pensamos que solo lo grande cuenta;
que quien predica o dirige tiene más valor que quien sirve en silencio.
Pero el Reino de Dios no se mide por lo visible, sino por lo fiel.
Priscila no tuvo escenario, pero sí propósito.
No buscó aplausos, sino obedecer.
Junto a su esposo, Aquila, abrió su casa, compartió la Palabra y ayudó a formar a Apolos, un hombre que después sería de gran influencia.
Su historia nos enseña que Dios usa lo sencillo para lograr lo eterno.
No necesitas reconocimiento para ser parte del plan de Dios;
solo necesitas un corazón dispuesto.
“Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre.” — Hebreos 6:10
Mujer, nada de lo que haces para Dios es en vano.
Él ve tus oraciones, tus esfuerzos y tus días de servicio sin recompensa.
Tu fidelidad, incluso cuando te dan la espalda o no valoran lo que haces, tiene un peso eterno delante de Dios.
Porque lo haces por amor, y el amor nunca pasa desapercibido ante el cielo.
Dios no olvida las manos que sirven, ni los corazones que permanecen.
Tu fe, tu constancia y tu entrega edifican vidas, aunque a veces no lo notes.
Hoy Dios te dice:
“Sigue amando, sigue sirviendo, sigue creyendo.
Yo he visto todo lo que haces, y lo multiplicaré en Mi tiempo.”
Nada se pierde cuando lo haces con fe; el cielo registra cada a
