Basado en Lucas 1:26-38 / Juan 19:25-27
Las tormentas no se pueden evitar.
Golpean cuando menos lo esperamos: críticas, pérdidas, enfermedades o juicios injustos.
Pero lo que marca la diferencia no es evitar la tormenta, sino sobre que cimiento donde estamos edificando.
Cuando tu fe está cimentada en Dios, la vida puede sacudirse, los planes pueden cambiar, pero tú permanecerás en pie.
María, la madre de Jesús, lo entendió muy bien.
Desde el anuncio del ángel enfrentó una tormenta de críticas y sospechas.
Una joven embarazada sin estar casada era motivo de vergüenza pública.
Más tarde, vio a su Hijo ser rechazado, perseguido y finalmente crucificado.
Ninguna madre quiere vivir un dolor así.
Y, sin embargo, allí estaba ella: de pie junto a la cruz (Juan 19:25).
Lo que sostuvo a María no fue su fuerza humana, sino su fe en la Palabra que había recibido:
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
Lucas 1:35
Esa convicción fue su cimiento.
María no se derrumbó porque su vida estaba afirmada en la obediencia a Dios, incluso cuando no entendía todo lo que pasaba.
Hoy también enfrentamos tormentas: críticas que hieren, pérdidas que quiebran, enfermedades que desgastan o silencios que duelen.
No podemos evitarlas, pero sí podemos decidir dónde afirmarnos.
Si nuestro fundamento es Cristo, la tormenta no destruirá nuestra fe: la hará más fuerte.
“El que oye estas palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.” — Mateo 7:24
Mujer, quizás tu tormenta sea dura, pero no es eterna.
El secreto no está en escapar de ella, sino en permanecer firme en la Roca.
Como María, di con fe:
“Hágase conmigo conforme a tu palabra.”
Y descubrirás que, aun en medio del viento y la tormenta, Dios sostiene tu vida y te lleva a la victoria.
Tomando Mi Nación Mujer 🇸🇻
Emma de Cuéllar
