Marcos 14:3-9 / Lucas 7:36-50
Hay cosas que tratamos de proteger para que no duelan más… Pero terminan aprisionando nuestro corazón.
Guardamos recuerdos que nos lastiman, palabras que nos hirieron, vergüenzas que no confesamos, hábitos que nos consumen en secreto.
Lo que callamos para “seguir adelante”… A veces es lo que más nos estorba para avanzar.
Con un corazón así, llegó una mujer a Jesús con un frasco de alabastro.
Ese frasco representaba su historia, su pasado, sus lágrimas, sus errores y hasta su seguridad.
Lo más valioso que tenía… Pero también lo que más la detenía.
Mientras otros la juzgaban por acercarse, ella hizo lo que pocos se atreven: lo rompió completamente.
No guardó nada para después. Entregó TODO a los pies del Maestro. Y Jesús defendió su entrega:
“Ha hecho conmigo una buena obra.” — Marcos 14:6
Ese frasco roto significó libertad. Su adoración llenó la casa. Su rendición llenó el corazón de Dios. Su acto se convirtió en un mensaje eterno.
Muchas veces queremos un futuro nuevo… Pero sin romper lo que todavía nos ata al pasado. Queremos sanidad… sin soltar el dolor. Queremos propósito… sin dejar atrás lo que nos estorba. Queremos caminar con Cristo… pero cargando cadenas.
Mujer, si algo te está deteniendo… es tiempo de romper ese frasco:
La tristeza que no has sanado
La culpa que no te pertenece
El miedo que te paraliza
La relación que te roba la paz
El recuerdo que lastima tu identidad
La vergüenza que Jesús ya perdonó
Hoy Cristo te dice:
“Tráeme eso que guardas.”
Cuando lo quiebras a Sus pies…
Él transforma tus pedazos en perfume.
Lo que antes era carga… se convierte en testimonio. Lo que era oscuro… Él lo hace brillar. Rinde todo. Suelta todo. Rompe el frasco. Porque Jesús sabe transformar tus pedazos… en propósito eterno.
Tomando Mi Nación Mujer
Emma de Cuéllar
