Génesis 29–30
Hay cosas que guardamos tan profundo que terminan encadenando nuestra identidad.
Palabras que nos marcaron, silencios que nos hirieron, comparaciones que apagaron nuestra voz.
Seguimos caminando, seguimos sirviendo… pero por dentro, el alma se va desgastando.
Lea conoció ese dolor.
La Biblia lo dice sin rodeos: “Y vio Jehová que Lea era menospreciada…” — Génesis 29:31
Ella no vivía una suposición… vivía una realidad. Compartía su vida con un hombre que nunca la eligió. Mientras Raquel era el sueño de Jacob…
Lea era la obligación. Cada hijo que nacía era un grito desde su corazón: “Quizás esta vez me amará.” Pero su realidad no cambiaba.
Lea es el reflejo de muchas mujeres que:
• aman con fuerza, pero no reciben amor
• cargan todo, pero nadie reconoce su esfuerzo
• viven intentando ser “suficiente” para alguien
Y cuando el rechazo se vuelve rutina, la identidad se debilita. Empiezan las mentiras internas: “No valgo”, “Nadie me elige”, “Soy un error”.
Pero hay una frase que marca un antes y un después en su historia: “Esta vez alabaré a Jehová.” — Génesis 29:35
“Esta vez” significó que Lea dejó de buscar aprobación humana y comenzó a afirmarse únicamente en el amor de Dios.
No volvió a darle a Jacob el poder de definir su valor. Dios la afirmó, Dios la honró… Y su historia cambió.
De su hijo Judá —de aquella mujer que nadie eligió— nacería Jesús, el Salvador del mundo.
Lo que los hombres despreciaron… Dios lo usó para traer redención eterna.
Mujer, quizá tú también has sido herida por el rechazo. Quizá te apagaron con palabras o indiferencia.
Pero hoy Dios te dice: “Yo te veo. Te afirmo. Mi amor te sostiene. Tu valor no depende de quien no te escogió, sino de quien te creó con propósito.”
Tu historia no termina en lo que te dolió… Sino en lo que Dios hará con tu vida.
Tomando Mi Nación Mujer
Emma de Cuéllar
