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lunes, noviembre 25, 2024

TRES PREGUNTAS

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Gèn. 3:9 “Y el SEÑOR Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás?”  (1a. pregunta)

Se han vertido ríos de tinta escribiendo sobre el significado de esta pregunta. Se han predicado cientos de mensajes sobre este pasaje. Se han escrito estudios y bosquejos para los púlpitos en donde se ha tocado este tema. Pero no termina de agotarse. Porque todos sabemos que la Escritura es un pozo sin fondo y que cada vez que le sacamos agua produce más y más y cada vez más fresca.

El título de este escrito lo dice todo. Son tres preguntas que Dios le hace a cada uno de los protagonistas de la historia de la caída. Son tres preguntas que Dios ya conoce cuales son las respuestas. Todos lo sabemos. Para Dios no hay nada oculto. Es el hombre quien no conoce las respuestas. Pero como el principio gramatical lo enseña, toda pregunta tiene una respuesta. Y la respuesta no es para Dios que ya la conoce. Es para nosotros los hombres que nos escondemos detrás de los árboles para no confrontar nuestra naturaleza pecaminosa.

En esta pregunta, Dios quiere hacerle saber a Adán que no culpe a nadie más de su desastre moral. Que encuentre dentro de sí mismo respuesta a su caída. No fue la invitación de su esposa. Nadie peca sino de su propia concupiscencia. Nadie nos puede obligar a pecar contra  Dios a menos que nosotros mismos lo deseemos.

“¿Donde estas?” no significa a ver si te encuentro. No. La pregunta es un poco más profunda y es la misma que nos hace a todos nosotros, pastores, lìderes de iglesias, asistentes a los cultos, ministros del altar. Es la misma pregunta que debemos responder los esposos que hemos fallado en nuestra fidelidad a nuestra pareja. Es la pregunta que debemos responder los padres que hemos abandonado a nuestros hijos a la ventura de la vida.

¿Hasta dónde has caído, Adán? ¿En donde te encuentras después de haber comido del fruto prohibido? ¿Dònde estas después de haber disfrutado de esa relación adúltera? ¿Por què te escondes de Mì? ¿Acaso te hice algo malo para que me tengas miedo, querido Adán? ¿Donde estás? ¿Por què no estas en dónde siempre habías estado? ¿Què te hizo esconderte de mi Presencia?

Es algo que muchos de nosotros no sabemos responder. Y sucede lo mismo que en el Edén: le echamos la culpa a otras personas. “Es que me quedé sin trabajo, por eso me emborraché. Es que mi esposa no me atiende, por eso me busque otra mujer. Es que no tengo título, por eso no encuentro trabajo. Soy malhablado porque me obligan a usar esas palabrotas para hacerme respetar” Una serie de pretextos para salir airosos. Pero todas esas respuestas son subterfugios. Nos escondemos en esos árboles para justificar que alguien más tuvo la culpa para que hiciéramos lo que hicimos. Nosotros somos buenos. Los demás son los malos.

Adán este escondido de Dios porque le falló. Así de sencillo. Pecó contra Èl y ahora tiene miedo a su reacción sin darse cuenta que Dios es un Dios de amor. No de condenación. La pregunta que nos hace, al igual que al primer hombre de la historia es para darnos la oportunidad de explicarle por què estamos dónde estamos.

“Explìcame, Adán, ¿Por què estàs donde estas?”.

Esto nos lleva a otro nivel de comprensión de cómo nos ama el Señor. No levanta un dedo acusador para enviarnos fuera de su Presencia porque no fue Dios quien movió a Adán sino él mismo se movió de dónde debía permanecer.

La Bondad de nuestro Dios es tan grande que El espera que le expliquemos por què hicimos esas cosas feas. Por què nos dejamos llevar por el pecado que nos asedia. ¿Acaso no fue eso lo que hizo Pablo cuando él mismo encontró la respuesta dentro de sí? “Encuentro que el mal está dentro de mí, Señor, que en mis miembros hay una batalla entre el bien y el mal”. No era el imperio romano. No eran los judìos. No era el evangelio. La causa de su decepción personal era por su misma condición de hombre. “Pero ¡gracias doy por Jesucristo! Ese es el final apoteósico que Pablo nos enseña después de haberse preguntado por què hacia lo que lo avergonzaba.

¿Y nosotros? ¿Estamos listos para darnos la respuesta a nuestras faltas?

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