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miércoles, diciembre 25, 2024

Días malos para el diálogo y los entendimientos

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A partir del exitoso proceso de paz que puso fin al conflicto armado en nuestro país, el diálogo debería ser uno de los recursos más apreciados y valorados por los salvadoreños. Por el contrario, hablar de diálogo se ha convertido en una mala palabra cuando se trata de buscar caminos alternos para solucionar el conflicto violento y excepcional que vivimos desde hace décadas. Todo comenzó cuando en 2012 se inició el proceso ahora conocido como La Tregua. A pesar de los resultados contundentes en reducción de homicidios que produjo el acuerdo, muy pronto comenzó a ser descalificado desde una perspectiva electoral; precisamente porque el ejecutivo de esa época la usó con ese mismo fin y sin elaborar una ruta de acción que pudiera profundizar y ampliar la oportunidad. Ese uso electoral fue el que al final predominó y las descalificaciones no discriminaron la diferencia entre el diálogo como recurso de solución y el uso publicitario que de él se hizo.

A pesar de que la condena de los partidos políticos a tales acuerdos fue unánime, también fue unánime su búsqueda secreta de acuerdos con las pandillas para asegurar su apoyo en las elecciones. Salvando la realidad de que tales acuerdos son deleznables y constituyen delitos, nos muestran que de parte de los partidos políticos hay un reconocimiento de los siguientes hechos: las pandillas poseen direcciones nacionales efectivas, a pesar de las discrepancias entre ellas son capaces de entenderse para alcanzar acuerdos con terceros, son interlocutores valederos, cumplen lo que prometen y poseen influencia sobre una parte significativa de la población al punto de que pueden definir los resultados de una elección.

En otras palabras, el diálogo resulta validado como un importante elemento que puede usarse para construir acuerdos. Lastimosamente, hasta hoy, se ha utilizado de manera mezquina para alcanzar fines partidarios y no para el bien común; a pesar de que las pandillas han colocado sobre la mesa su intención de discutir incluso su desarticulación. En la actualidad, el diálogo y los entendimientos pasan por una racha negra. En la cuenta investigativa de la Fiscalía van no solamente las personas que presumiblemente cometieron delitos electorales sino también aquellas que procuraban la no injerencia de la fuerza de las pandillas en las elecciones, las personas que no han descartado el diálogo como opción importante para suspender los homicidios en tanto se desarrollan las condiciones para desmontar los factores de riesgo que vuelven interminables los aspirantes a militar en las pandillas.

A partir de este nuevo enfoque, podríamos estar frente a la última palada de tierra a una opción que históricamente ha sido clave en los avances sociales más importantes que nuestro país ha tenido en el último medio siglo. Esto no significa que no haya otra opción de solución. Siempre queda la opción de elaborar políticas públicas de prevención a la violencia, que como muchas veces hemos dicho, toma una generación para producir resultados. Durante esa espera, el diálogo es un mecanismo que puede reducir de manera tajante los asesinatos en tanto que se desarrollan y ejecutan los programas de prevención que, en definitiva, son la única salida probada a las epidemias de violencia conocidas. Descartado el diálogo, todos perdemos la oportunidad.

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