El cuidado de Dios es una de las experiencias que más confortan nuestro corazón.
Debemos tener presente que Él nos cuida porque nos ama y por ello cada día
podemos pedirle que nos mantenga a salvo del peligro, cualquiera que este sea.
Además, esperamos contar con su protección, es decir, que nos salve y nos
mantenga en esa condición. Sabemos que un día llegará el momento de partir de
este mundo, cuando ese momento llegue debemos confiar que aún allí Él estará con
nosotros. Y tener esa certeza debe animarnos cada día a mostrarle nuestro amor y
fidelidad de manera permanente. Hazlo diariamente con sabiduría en acción.