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domingo, noviembre 24, 2024

En el fondo del corazón

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Números 16:1 “Y se rebeló Coré…”

La historia de la rebelión de Coré es muy interesante. Desde todos los puntos de vista es muy enriquecedora para aquellos acuciosos de la Palabra, de aquellos que buscan las perlas escondidas en ese gran magma que es la Palabra de Dios.

Las personas normalmente nos presentamos ante los demás con una fachada que no indica realmente lo que llevamos dentro. Las intenciones del corazón solo las conoce el Señor, él mismo lo dijo.  Sin embargo, como personas empáticas siempre queremos creer que no hay malas intenciones en las personas que muchas veces, sin darnos cuenta, nos chupan la sangre, nos vampirizan y nos dejan después tirados a la vera del camino heridos, lastimados y lacerados. 

Y es que una sonrisa, una buena presentación o un buen traje nos engañan. Nos hacen creer que así como nos presentamos por fuera así somos por dentro. Es por eso que yo no creo en los certámenes de belleza en donde las mujeres se presentan en todo su esplendor, mostrando una belleza física y una sonrisa radiante pero, según mi teoría, no se sabe qué monstruo se esconde dentro de esos cuerpos. Por supuesto, estoy siendo exagerado porque no todas las mujeres son así, pero la experiencia me ha enseñado a no dejarme engañar por la belleza externa. Además es lo que dice la Biblia. Vana es la hermosura. Me disculpan las féminas si más de alguna se siente aludida. 

Eso fue lo que le pasó a Moisés cuando se presentó Coré con todos sus amigos, familiares y conocidos a reclamar un puesto de liderazgo que no estaba diseñado para él. No se presentó en andrajos ni con aspecto de pobretón, no, se presentó con sus vestiduras sacerdotales para mostrar de quien se trataba, no de un simple miembro del pueblo, sino de un hombre de alcurnia, de abolengo y con un nombramiento de parte de Dios para ostentar un cargo de importancia. Moisés lo dice en el vv.8: “Entonces Moisés dijo a Coré: Oíd ahora, hijos de Levi. ¿No os es suficiente que el Dios de Israel os haya separado del resto de la congregación de Israel…? ¿Acaso no tenían ya un puesto de relevancia delante del pueblo? ¿Acaso no pertenecían a una de las tribus sacerdotales de Israel? ¿Qué más quiere este hombre? ¿Por qué ha arrastrado a sus amigos y familiares a esta aventura que lleva tintes de fracaso desde el principio?  Quien está reclamando un lugar de preeminencia no es un anodino, es un hombre de linaje pero insatisfecho. No le bastaba con lo que tenía, quería más, quería los aplausos de que disfrutaba Aarón. Quería los saludos de toda la gente, el reconocimiento popular, la inclinación de todas las cabezas que lo vieran pasar.

Coré amaba los diplomas. Adoraba su ego. Adoraba su propia imagen y no se sentía satisfecho con estar a la sombra de sus hermanos Moisés y Aarón. Quería lo que ellos tenían. Y, por supuesto, eso no le gustó a Dios. En absoluto el Señor se agradó de la conducta de su siervo. Ya estaba favorecido con su propio ministerio pero en el fondo de su corazón había una insatisfacción que lo llevó a cometer ese desagravio ante la Presencia Divina.

Y hubo consecuencias graves. A una oración de Moisés, el Señor dio su respaldo a sus hombres que Él había puesto en esos lugares. La tierra se abrió y se tragó vivos a Coré y los suyos. Fin de la rebelión de Coré. Finito. Kaput. Asunto arreglado. 

Ahora nos toca a nosotros averiguar en donde empezó todo. Ahora somos nosotros los encargados de analizar, estudiar y escudriñar cuidadosamente en donde está el génesis de ese deseo insano de Coré para aspirar a tener lo que no le correspondía.  Y debemos hacerlo para nuestra propia enseñanza. Para nuestra admonición como enseña Pablo que es la Palabra del Señor. Sencillamente para cuidarnos de no caer en el mismo pecado de rebelión ante nuestras autoridades. Es conociendo el principio de todo que nos podemos proteger a nosotros mismos de ese germen de pecado que nos puede alcanzar al igual que aquellos hombres ansiosos de poder.  Nos toca aprender de su pecado para conocer nuestra propia naturaleza y nuestras propias inclinaciones.

Cuando leemos cuidadosamente el texto, nos damos cuenta que la Biblia no oculta las verdaderas razones que se esconden en nuestras actitudes.  Cuando la tierra abre su boca para tragarse vivos a Coré y su séquito, tenemos el detalle de algo importante: La tierra se tragó no solo a las personas, pero también “… a todos los hombres de Coré con todos sus bienes”

¿Con todos sus bienes? ¿Alguien me puede explicar como un esclavo que acaba de salir de Egipto después de años de esclavitud ha acumulado bienes? ¿De donde han salido esos bienes con que Coré y sus amigos han estado viviendo cómodamente y que ahora anhelan más de lo que tienen? ¿Cómo lograron hacerse de tantas cosas materiales? Es la misma pregunta de un hombre que llega a una presidencia de un país con un sueldo anual de cien mil dólares y a los dos años se compra una casa de tres millones de dólares. 

El problema de Coré no empezó de la noche a la mañana. Empezó cuando comenzó a acumular bienes materiales. Riqueza. Dinero y oro en abundancia. Eso nos dice que el corazón de Coré se dejó contaminar por los deseos de la carne. Se hizo egoísta, egocéntrico y malvado. La acumulación de bienes materiales le llevó a convertirse en un rebelde e insolente con sus autoridades.  Y la tierra se lo llevó todo. Lo que nunca quiso compartir con nadie se hizo polvo al final de sus días.  Por eso dice Jesus: Sobre todo, cuida tu corazón.

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