“Cualquier daño potencial a Zaporizhzhia es un suicidio”, dijo el jueves el secretario general de la ONU, António Guterres, advirtiendo contra cualquier intento de cortar el suministro eléctrico de la instalación y pidiendo un cese inmediato de las hostilidades.
Los funcionarios estadounidenses están monitoreando los informes de daños a la planta, prestando especial atención a las líneas eléctricas, dijo el viernes un alto funcionario de defensa. El presidente francés, Emmanuel Macron, llamó a Putin el viernes para expresar sus preocupaciones.
Tanto Ucrania como Rusia han expresado su voluntad en los últimos días de facilitar una inspección del sitio por parte del OIEA. Pero Rusia rechazó los llamados de las Naciones Unidas para crear una zona desmilitarizada alrededor de la planta de Zaporizhzhia, argumentando que las tropas rusas proporcionaron una «garantía» de que no habría un desastre nuclear allí” (New York Times).
Viajando por Europa recientemente, tuve la oportunidad de entrevistar a la gente común -como yo- que compra todos los periódicos disponibles y oye la radio todo el día y no se pierde los noticieros de la televisión cada tarde… ¿por qué todo este activismo por saber?
Porque los europeos son conscientes del riesgo que corren si se produce alguna explosión que haga salir esos isótopos radioactivos de la planta nuclear de Zaporizhzhia, y que movidos por el viento -dondequiera que este sople-, pueda traer la catástrofe de las quemaduras y contaminación a seres humanos situados a cientos y a miles de kilómetros de distancia…
Los dos países en conflicto: Rusia y Ucrania, se culpan del ataque de bombas, misiles y drones que pueden afectar la seguridad de la planta nuclear, que sigue operando y produciendo electricidad para Ucrania.
Rusia que controla el área se queja de los ataques que llegan muy cerca del reactor. Y Ucrania habla de autoatentado…
Pero lo concreto, es que, si llega a haber impactos de misiles o de bombas que destruyan parte de la central de Zaporizhzhia, entonces no queda sino cruzar los dedos para que el viento no produzca el efecto de Chernobyl, la central nuclear que se incendió en 1986 y cuya radiación alcanzó a 13 países o regiones con el consiguiente daño para seres humanos, animales y ambiente, cuyos efectos aún son posibles a más de 30 años de distancia.
La electricidad que es producida por las centrales nucleares tiene sus comienzos en 1956, cuando Gran Bretaña pone en funcionamiento la primera centralatómica para uso comercial y la instalación se ubicaba cerca de Windscale, sobre el Mar de Irlanda y se denominaba Calder Hall.
Alguien ya lo dijo: las centrales nucleares nunca deben estar en zonas de guerra, porque necesitan muchos espacios y medidas de seguridad para la tranquilidad de todos.
Pero ahora, todos estamos atentos y hasta, diría yo, con los dedos cruzados, esperando que no se produzca una fuga a la atmósfera de esas partículas de materia contaminada que pueden poner en jaque -otra vez- a la vida en sus diversas manifestaciones.
La vida, ese don precioso que se nos ha dado, es para vivirla, no para sentir que se puede acabar, porque algunas personas decidan jugar a ser dioses. Quizá nunca se han puesto a pensar que un desastre como el planteado, también puede afectarles a ellos. La vida, don precioso y único es obra de un Creador que no importa si los que reinan sobre este mundo lo reconocen o no; ese Creador les demandará, a su tiempo, lo que han hecho con la vida, y, lo crean o no, lo que han hecho con sus propias vidas. Así de simple.
(guillermo.serrano@ideasyvoces.com)