Génesis 11:29-30 “Y Abram y Nacor tomaron para sí mujeres. El nombre de la mujer de Abram era Sarai… Y Sarai era estéril; no tenía hijo”
Casi siempre vemos a Sara como un monstruo a causa de haber echado fuera a Agar cuando ésta ya estaba embarazada de su esposo Abram. Y de alguna manera puede ser cierto. Sarai era estéril. Y lo era en una época en la que el valor de una mujer se medía por los hijos que tenía. Y Sarai era estéril. Quiere decir que un estigma se cierne sobre ella cuando las mujeres del barrio la veían que pasaban los años y que no quedaba encinta. La vergüenza, la humillación de algunas palabras que escuchaba como susurros hacia ella en el mercado le dolían tremendamente.
En estos primeros años vemos a una mujer dolida, llena de vergüenza y sintiéndose inútil. Es cierto, Abram la amaba. Era amable con ella y muy servicial. La trataba con dignidad y con respeto, pero eso a una mujer lastimada no le satisfacía mucho. Ella necesitaba engendrar un hijo para su esposo para demostrar que era una verdadera mujer.
Durante muchos años de matrimonio, Sarai había sido obediente y sumisa. Especialmente cuando en el capítulo 15 Dios le promete a Abram un hijo. Lógicamente, Sara se debió haber sentido muy contenta y feliz por tal promesa hecha a su esposo. Ella sería madre por primera vez, su deseo largamente guardado con base al dolor, el rechazo y las lágrimas que derramaba en sus noches de soledad se habían acabado. Ahora solo cabía esperar el dulce momento de anunciar que estaba embarazada.
Pero han pasado diez años aproximadamente y no sucede nada. Sarai sigue esperando con paciencia el cumplimiento de aquella promesa. Incluso soportó el hambre, la vergüenza de Egipto al ser llevada a Faraón como su mujer y el olvido de Abram en esos días, porque la promesa de aquellas palabras flotaban en su corazón esperanzado.
Pero al cabo de un tiempo, con mucho dolor y humillación, tuvo que aceptar que ella no iba a ser la madre del hijo tanto tiempo deseado. Que seguramente era Agar la escogida porque ella era una inútil y buena para nada. Así que toma la dolorosa decisión de hablar con su esposo:
Génesis 16:2: “Entonces Sarai dijo a Abram: He aquí que el SEÑOR me ha impedido tener hijos. Llégate, te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos. Y Abram escuchó la voz de Sarai” ¿Podemos imaginar tal vergüenza? ¿Podemos ver el inmenso dolor de esta mujer que ha sido hasta ahora obediente y consagrada a su esposo tomar esa difícil decisión? ¿Tener que aceptar que su esterilidad era incurable?
Y, para mayor inri, al cabo de diez años, Sarai tomó la más difícil decisión de su vida: Génesis 16:3 “Y al cabo de diez años de habitar Abram en la tierra de Canaán, Sarai, mujer de Abram, tomó a su sierva Agar la egipcia, y se la dio a su marido Abram por mujer”
Y aquí entra el verdadero interior de Sarai. Aquí empezamos a ver quien era realmente aquella mujer cuyo significado de su nombre era “mi princesa”. Es aquí en donde el Señor muestra en toda su magnitud la crueldad, el desamor, egoísmo y antagonismo que había dentro de aquel corazón que ignoraba que fuera capaz de hacer tal cosa: Sarai expulsa a Agar de su casa en sus momentos de embarazo. No le importó el dolor de su sierva. No le importó el dolor de su esposo al saber que su primogénito era causa de tanto rechazo y odio en el corazón de “su princesa”. Sarai no está lista para ser madre. No lo está mientras no sane su pasado estéril. Y la única manera de sanarlo era aceptar su error. Agar no coqueteó con el hombre de la casa. Agar no se ofreció a cometer adulterio. Fue Sarai quien planeó todo aquel drama que ahora está alcanzado incluso al bebé que está a punto de nacer.
La Escritura no nos dice nada con respecto a Sarai cuando el niño nace. Todos están felices. Abram y Agar han concebido al hijo de la promesa según Abram. Él cree ciegamente que su hijo heredará sus tierras, sus promesas y sus bienes. Todos están felices, menos Sarai. Sarai está más amargada que nunca. Sarai esta desgranando su rencor y su dolor ante aquella situación. No sabemos qué hizo Sarai esos días. Su vida está en un túnel al cual no tenemos acceso, pero podemos suponer que Sarai pide perdón. Reconoce su error al haber tomado aquella decisión que involucró a una mujer y a un niño inocentes, víctimas de su dolor y soledad a causa de su infertilidad.
Y es entonces cuando Dios repite su promesa: Génesis 17:19: “Pero Dios dijo: No, sino que Sara, tu mujer, te dará un hijo…”
Si me dan permiso, puedo ver en el Rostro de Dios una hermosa sonrisa como diciendo: “Ahora estás lista Sarai. Ya estás sana de tu dolor. Ahora ya puedes ser madre. Ahora incluso, te cambiaré el nombre. Ya no serás “mi princesa, sino madre de naciones”.
El pasado, mis queridos lectores, se sana atravesando ese túnel tan oscuro que nadie más que nosotros y el Señor sabemos qué está pasando allá adentro. Pero después de esa oscuridad, al final brillará la luz de la esperanza.