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martes, abril 23, 2024

Padres e hijos

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Génesis 24:5-6  “Y el siervo le dijo: Tal vez la mujer no quiera seguirme a esta tierra. ¿Debo volver y llevar a tu hijo a la tierra de donde viniste?  Y Abraham le dijo: Guárdate de llevar allá a mi hijo”

Génesis 24:8 “Si la mujer no quiere seguirte, quedarás libre de este mi juramento; solo que no lleves allá a mi hijo”

No una sino dos veces Abraham le dice a su siervo a quien le había ordenado ir y buscar esposa para su hijo Isaac, que no lo llevara a su tierra.

¿Por qué ese celo que Isaac no conociera la tierra de sus ancestros, en donde quizá vivían sus primos y familiares paternos y maternos?  ¿Cual fue el motivo para que este patriarca que cuidaba tanto su simiente no permitiera que éste conociera a sus parientes?

Isaac, en este momento de su historia ya tiene cuarenta años y había llegado el momento de buscarle una esposa.  Dios no quiso que se casara con una mujer de las hijas de Canaan ni de Egipto. Hizo que Abraham le ordenara a su siervo de más confianza que fuera a su tierra, a Ur de los caldeos, en donde vivían los descendientes de Sem, hijo de Noé, pero allí también vivían los familiares de Abraham, y resulta que esos familiares eran como él había sido: idólatras y paganos. Ellos no creían en el Dios que ahora conoce Abraham. Ahora que este anciano sabe la verdad, quiere evitar que su hijo conozca a sus familiares por una sencilla razón:

La familia tiene lazos muy poderosos.

La familia es un núcleo que puede llegar a ser de bendición o de estorbo para las creencias, la fe y la disciplina de nuestros hijos. ¿Acaso no ha visto usted que por más que quiera educar a sus hijos en la obediencia, el respeto y los buenos modales, a veces, cuando visitan a sus primos y familiares regresa a casa con costumbres que usted no le ha enseñado?  ¿No le ha pasado que cuando sus hijos regresan a su casa, usted tiene que empezar de nuevo a enseñarles sus reglas de comportamiento y de cuidar sus valores propios?

Es sabido que cuando un nieto visita a los abuelos, ese niño regresa a casa con exigencias que los padres no están dispuestos a cumplir porque sencillamente no son correctas desde el punto de vista de la casa paterna. La visita a sus parientes le ha hecho daño a la conducta de los hijos que están siendo enseñados en cuidar sus valores familiares y espirituales.

Eso fue lo que visualizó Abraham. Dos veces le dice a su siervo Eliezer que no vaya a llevar a Isaac a esa tierra. Amaba tanto a su hijo que quería evitarle que conociera las costumbres de sus parientes paganos que no tenían nada que ver con la santidad que él le estaba inculcando a su hijo que era un regalo de Dios para su vejez.

Abraham, cuando fue llamado por Dios a que saliera de la casa de su padre, de su tierra y parentela, tomó la decisión de abandonar toda práctica idólatra y vivir solo para el Creador de los cielos y la tierra. Él conocía muy bien la fuerza que los familiares podrían ejercer sobre sus miembros;  es muy posible que no quiso exponer a su hijo Isaac a las presiones emocionales que son producto de los lazos familiares, porque correría el riesgo de que adoptara sus costumbres paganas, lo cual contaminaría su alma y dañaría el plan de redención del mundo. Isaac era el hijo de la promesa y había que guardarle de toda contaminación maligna.

El ejemplo de Abraham nos enseña que tenemos que cuidarnos mucho de enviar a nuestros hijos a un mundo que hemos dejado para que no sean contaminados por las costumbres de allí.  Cuando dejamos atrás contextos y relaciones con los que practican las costumbres mundanas, es sumamente importante que no dejemos que nuestros hijos vuelvan allá  ¿Para qué entonces nos sacó el Señor de allí?  Todo el proceso de restauración y redención que estamos viviendo sería frenado y abortado en la siguiente generación.

Dios fue tan celoso con Isaac, que incluso, nos cuenta la Escritura en Génesis 26:1-2 “Y hubo hambre en la tierra, además del hambre anterior que había ocurrido durante los días de Abraham. Y se fue Isaac a Gerar, a Abimelec, rey de los filisteos. Y se le apareció el SEÑOR, y dijo: No desciendas a Egipto; quédate en la tierra que yo te diré…”

No vayas a Egipto. No vayas al mundo.

Quédate en esta tierra que yo te he dado. Aqui te bendeciré a ti y a tu descendencia.  ¿Será, papitos, que Dios es egoísta y no quiere que sus hijos conozcan el mundo de donde supuestamente ustedes han salido?  ¿Será Dios tan malo que no quiere que sus hijos conozcan los vicios, maldades y deudas que ustedes han tenido que vivir y sufrir? Yo creo que no. Simplemente creo que Dios quiere evitarles precisamente eso: Que sufran como ustedes y yo tuvimos que hacerlo.

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