Job 3:25 “Pues lo que temo viene sobre mí, y lo que me aterroriza me sucede”
Este escrito quizá despierte el rechazo de algunos que no quieren creer en lo que la Palabra del Señor nos enseña. El mal tiene sus beneficios. Ojo: No hablo del mal hecho con intención de dañar a alguien. Estoy hablando del mal como fenómeno, del mal como algo que se convierte en un mensajero del Señor para beneficio de nuestra vida.
Cuando comprendemos el papel que juega el mal en la vida del cristiano empezamos a vivir de una manera diferente a la de los incrédulos. Primero, porque sabemos que nuestro Dios tiene todo bajo control, y que todo lo que permite en nuestras experiencias es para nuestro bien. Segundo porque creemos firmemente en que sus promesas son firmes y verdaderas y él dijo que estaría con nosotros todos los días. Hay suficientes salmos y proverbios que atestiguan esa promesa.
Cuando cruces por el fuego no te quemarás. ¿Eso quiere decir que llegará un día en que tendré que caminar entre el fuego de las pruebas cualquiera que sea su disfraz? ¡Claro que si! Y si caminas en el agua no te ahogarás. Porque Yo, Jehová, estaré contigo en esos trances.
Si usted quiere ver todo esto en un súmmum de dolor y tristeza, vea la historia de Job. La Biblia dice que él era justo. Y Maimonides dice que Job era justo, pero no sabio. Porque para alcanzar la sabiduría hay que comprender el mal y es lo que Job no había comprendido todavía. Es por eso que el libro de Job nos enseña tanta sabiduría sobre el mal, porque a Job le sacan todo el interior de lo que tiene y no lo sabe. Job confiaba en todo lo exterior. Confiaba en la salud de sus hijos. Confiaba en la solidez de sus bienes materiales, incluso confiaba en el amor de su esposa. Pero cuando el mal ataca, se dio cuenta que incluso su amada esposa no está en el nivel que él creía. Ella lo desprecia cuando lo ve lleno de llagas. El mal en todo su esplendor si se me permite tal expresión.
A Job lo visita el mal con un propósito: hacerle ver que en la vida no todo es materia. También es espíritu. Y para comprenderlo, tiene que agradecérselo al mal. Porque a través de esa prueba tan dolorosa que lo llevó al más bajo nivel social y material, eso mismo lo elevó al nivel más alto que él se pudo imaginar un día.
Bajo esta óptica vemos que el mal es bueno. Es bueno para hacerme crecer en el conocimiento de la Sabiduría y Bondad de nuestro Dios. Cuando Job pasa la prueba, sale victorioso aún en medio de sus llagas pues el Señor hace que ore por los sanos estando él por fuera, lleno de llagas, pero por dentro ya estaba en un nivel espiritual sano. Allí fue donde tuvo el honor de ver a Dios en un nivel superior de lo que lo había conocido antes.
Cuando Satanás hace que expulsen a Adan y Eva del Jardín, del paraíso de Dios, creyó que estaba haciendo su oficio que es hacer el “mal”, pero no se dio cuenta que Dios le dio vuelta a esa intención e hizo que Adán y Eva aprendieran a trabajar, aprendieran a sacar de su interior todo el potencial creativo que había dentro de ellos. Estando protegidos por el jardín, esta pareja nunca habrían hecho todo lo que ya vimos. Llenar la tierra, sojuzgarla y trabajarla.
El mal nos sacude de nuestra alfombra de comodidad. El mal nos sacude de nuestro estado pasivo. El mal, por ejemplo, nos hace desear estudiar cuando los recursos ya no alcanzan, es cuando aquel muchacho que no tuvo suficiente ayuda de alguien para que alcanzara sus metas, hace que se esfuerce al máximo y logre sus notas dignas de una beca en una buena universidad. Tenemos suficientes ejemplos de estudiantes brillantes que cuando cuentan la historia de su niñez vemos que fueron pobres, sin capacidad financiera con muchas carencias, pero eso fue un trampolín para que se elevaran por sobre todas esas miserias y al final fueron hombres y mujeres dignas de todo respeto. El mal fue una buena experiencia para sacar lo mejor de ellos.
Mis padres no pudieron pagarme mis estudios superiores. Tuve que empezar a trabajar desde temprano en mi juventud para ayudar a mi madre a sacar adelante a mis nueve hermanos. Eso impidió que yo lograra alcanzar mi meta de alcanzar mis estudios que tanto deseaba. Ya cuando fui adulto, después de los cincuenta años, empecé a estudiar en la Universidad, en institutos superiores, empecé a buscar buenos maestros que me enseñaran lo que tanto amo: La Palabra de Dios, y gracias a aquella carestía en mi juventud, ahora disfruto de la amistad de muchos compañeros que estudian conmigo los secretos escondidos en la Palabra del Señor. Gracias a aquel “mal”, las cosas salieron bien, con la ayuda del Señor que me amó siempre.
¿Comprendemos ahora que el mal tiene sus beneficios? Solo con la ayuda de nuestro Dios podremos -como Job-, sacar el bien de ese mal.