“Cada hombre es arquitecto de su destino. Dios nos hizo perfectos y no escoge a los capacitados, sino que capacita a los escogidos. Hacer o no hacer algo, solo depende de nuestra voluntad y perseverancia” Albert Einstein
Fue en 2010, cuando llegó ese sueño a mi mente… muchas veces me han preguntado… Cómo se le ocurrió formar una Orquesta Sinfónica Cristiana? Desde niño estuve inmerso en la vida musical, ya que mis papás eran parte del coro de la Iglesia… mi papá Don Mincho como solían llamarlo era el Director y Rhinita mi mamá como Contralto… Mis hermanas y yo éramos parte desde las bancas de la iglesia escuchando el ensayo y todas las melodías de cada voz del coro resonaban en mi mente y las aprendía de tanto escucharlas… El Himno de Batalla, Sanctus de Gounod, Requiem Alemán de Brahms, El Mesías de Händel entre tantas obras que mi papá ensayaba… Pienso que desde entonces ya estaba teniendo preparación para lo que venía en los planes de Dios. Muchas veces Dios nos da tareas que posiblemente las veamos complicadas al inicio, “Cada hombre es arquitecto de su destino. Dios nos hizo perfectos y no escoge a los capacitados, sino que capacita a los escogidos. Hacer o no hacer algo, solo depende de nuestra voluntad y perseverancia” Albert Einstein. Hasta el día de hoy, el respaldo de Dios no ha faltado… El ministerio ha crecido desde el primer día que empezamos con 47 músicos, al punto de ser alrededor de doscientas personas entre muchas disciplinas y especialidades… todos sirviendo al único que merece todo honra y gloria. El arte, nuestra forma de predicar su palabra, logrando realizar dos giras internacionales cumpliendo el mandato de “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” Marcos 16:15. Ha sido difícil en todos los sentidos, pero con el apoyo de muchas personas de diferentes formas se ha ido cumpliendo con el objetivo. Volviendo al sueño, sencillamente saber escuchar, saber esperar y saber actuar… Dios siempre da las señales para todos esos momentos… lo último y quizá para mi muy importante… ser obediente al llamado al servicio sin importar lo que cueste. Dios se merece todo nuestro mejor esfuerzo.