El Salvador es un país que históricamente ha sido conocido por la nobleza y laboriosidad de su gente, en nuestro contexto actual estas características han sido confrontadas por un virus que no solo destruye las defensas del cuerpo sino también puede deformar nuestros patrones de conducta o destruir nuestras buenas costumbres para con el prójimo.
En el mes de marzo cuando se conoció el primer caso confirmado de Covid-19, vimos frente a nosotros un fenómeno del que no sabríamos su evolución, y no me refiero a la enfermedad en sí, más bien a la actitud de intolerancia y discriminación que este primer individuo fue expuesto, aunque su identidad parecía estar en el anonimato, bastaron un par de horas para que las redes sociales descargaran su furia contra él. No nos imaginamos que tal acto serie solo la punta del iceberg.
Semanas más tarde cuando comenzaron a avanzar los casos de contagiados, también avanzo la culpabilización hacia las personas por contraerlo. En el escenario actual impera la discriminación, al hacer público el contagio de Covid-19, estamos claros que por razones de seguridad no se puede brindar el acompañamiento directo, pero se comienza a vivir rechazo por parte del entorno, en colonias personas han sido aisladas, casas han sido cercadas por los vecinos, se han colocado rótulos expresando que en la casa #25 hay un contagio y otros han sido expulsadas del vecindario.
Suficientemente difícil es para muchas personas el saber que tienen una enfermedad o que el familiar ha fallecido, aun tomando todas las medidas. El rechazo y la marginación están dejando cicatrices muy profundas.
Esto también ha alcanzado a las personas que están en la primera línea de batalla frente a la pandemia, los tales no son tratados como héroes sino como villanos, en honor de su función se esfuerzan por dar lo mejor de sí, y el número de bajas dentro del gremio ya se cuenta por decenas, muchos han tenido que aislarse de su núcleo familiar por amor a cuidarlos y protegerlos, sumado a su valiente esfuerzo es visible el desprecio al que se enfrentan cuando asisten a un banco, a un supermercado etc. Son personas que poseen las mismas necesidades de adquisición de insumos básicos como todos los demás y no se les debe segregar en virtud de su profesión.
Con el incremento de casos contagiados se ha incrementado el odio, un odio que al principio pareció ser una simple expresión en redes sociales, y un mecanismo de desahogo de las personas, pero que se materializó, y hoy se debe buscar la cura para el Covid-19 pero también la cura para todos los sentimientos negativos que están carcomiendo la conciencia del ser humano.
Traigo a memoria a Jesús y su vínculo con los enfermos, su actitud siempre fue compasiva, en su camino a Jerusalén se encontró a diez leprosos, la enfermedad repudiada en la época, aunque la sociedad los rechazó, Jesús nunca lo hizo, en este tiempo es nuestro deber seguir los pasos del maestro, desechemos de nosotros toda actitud de aislar a nuestro prójimo y sembremos compasión y brindemos esperanza a los demás.