Proverbios 13:4
“El alma del perezoso desea, y nada alcanza;
Mas el alma de los diligentes será prosperada.”
Según la Real Academia de la Lengua Española, RAE, una barrera es una “valla, compuerta, madero, cadena u otro estorbo semejante con que se cierra un paso o se cerca un lugar.”
También podemos aplicar el término al mundo espiritual, porque hay barreras que nos impiden llegar al Trono de la Gracia. Mi objetivo con darlas a conocer, es que cuando reconozcas que alguna de ellas es un problema que te impide avanzar en tu vida de oración, llegues en clamor constante al Señor pidiendo Su ayuda y misericordia, a fin de superarlas.
Estas barreras de oración nos impiden lograr una comunicación genuina con Dios y tienen que ver con nuestra propia personalidad, carácter, nuestras propias fuerzas, y los rasgos emocionales, haciendo imposible que lleguemos a establecer una relación profunda con Dios.
Algunas barreras que te compartiré son:
-La derrota
– Agotamiento emocional
-El desánimo
-La inquietud interior o ¿ansiedad?
-El apuro
-La pereza
-Falta de conocimiento
-La distracción
-Falta de fe
En esta oportunidad, sólo veremos “la derrota”, pero semana a semana, iremos desarrollando las otras ocho barreras:
A.La derrota
La derrota es estar seguro de que no hay una salida para los problemas que estamos enfrentando. Esta barrera al igual que las demás, es capaz de paralizar nuestra relación con el Señor.
2 Corintios 4:8-9
“Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”
En muchas ocasiones, tuve que pasar por tormentas que me hacían sentir derrotada, desilusionada, que me aplastaban, extremadamente triste, sola… Generaban en mí sentimientos de amarguras, faltas de perdón, ira e inseguridad. Lo peor de todo es que me hacían abandonar mi relación con el Creador.
Otras mujeres al igual que yo, enfrentaban los mismos problemas, pero en cambio, ellas se mantenían amando, orando, siendo fieles a pesar de las situaciones que atravesaban.Te confieso que sus problemas eran muy superiores a los míos. Por ejemplo, una de ellas había pasado por la partida de su hija con el Señor, otra amiga atravesaba el abandono de su esposo. No obstante, nunca vi en ellas el sentimiento de derrota. Te confieso, que no entendía como ellas se mantenían fuertes y fieles; me desconcertaba tanto amor que ellas mostraban, a pesar de sus adversidades.
Salmos 34: 18-19
“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová”.
Desconcertada, me senté en mi lugar preferido de la casa y, en mi interior, me preguntaba ¿cómo harán para animarse en medio del dolor?, ¿cómo se mantienen fuertes y gozosas?, ¿qué tienen ellas que yo no tengo?. Decidí acercarme a una de ellas y le pregunté cómo se mantenía perseverante en medio de la prueba, y su respuesta traspasó mi corazón, me dijo: Dios es capaz de calmar las tempestades, las tormentas de tu vida, sólo debes clamarle y Él responderá.
Seguimos conversando y expresó que, si yo era débil o fuerte en la prueba, eso no definía mi amor a Dios. Me dijo: ya que Él se perfecciona en la debilidad, en los problemas de tu matrimonio, en las malas decisiones que tomaste y que te llevaron a una crisis económica, en fin, en cualquier tipo de tormenta. Luego agregó “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras.” (Salmo 145:18), debes mostrarle tu dolor y Él calmará cualquier situación por horrible que sea.
¡Aprendí tanto de aquella mujer! No me juzgó, no me bombardeó con versículos de la Biblia para hacerme ver mi falta de fe ante los problemas que me agobiaban, no quiso cambiarme y hacerme como ella. Al contrario, tuvo empatía, me abrazo, lloró conmigo, sentí el amor del Señor a través de ella. Oraba por mí, leíamos la Palabra y escuchaba mi dolor, era la persona que Dios había puesto para enseñarme más sobres Sus propósitos.
Doy gracias al Señor por haberla puesto en mi camino, porque en ese valle de sombras y lágrimas en que me encontraba, sus palabras amorosas me permitieron ver como Cristo utiliza a sus hijos para apoyar y bendecir a otros.
Cuando atravieses problemas, sólo póstrate y busca Su Rostro, confía y cree que Dios te dará la solución. Confía que Él te está escuchando y que te ama. Confía que Dios es tu Padre y que Él conoce tu sufrimiento y que vas a superarlo, que Él restaurará tu alegría y convertirá tu dolor en gozo. Invócale, exprésale lo que sientes, derrama tu alma y tus tristezas delante de Él, pues a un “corazón contrito y humillado”. Él no lo desprecia.
Tus problemas no son necesariamente una maldición, depende de cómo los recibas, a mí me han permitido aferrarme más a Él, me hicieron entender que Él me está perfeccionando con su fuego purificador, que está moldeando mi carácter o cualquier área de mi vida; me enseñan a reflexionar en lo que Dios quiere de mí. Claro que a nadie le agrada estar en pruebas, pero cuando éstas vengan como león rugiente, aférrate y refúgiate más en Él y en Su plenitud, entrégale tu corazón y tus problemas.
Que Dios te bendiga,