Mmmmm, los seres humanos somos complicados. No nos entendemos ni a nosotros mismos. Tenemos vericuetos en el alma que nos atoran en un túnel a veces sin salida y entramos en pànico a causa de nuestros deseos insanos. La mayoría de personas nunca están satisfechas con lo que tienen. Siempre quieren más. Y, lo peor es que como dice la Escritura, los ojos nunca se cansan de ver y el alma de desear. En el alma nacen los deseos y se impactan en la mente, es por eso que los pensamientos siempre están deseando cumplir los deseos del alma que es insaciable.
Los hijos pedían que sus padres les dedicaran tiempo. Las hijas querían ser amigas de sus madres. Los padres deseaban un par de dìas de descanso. Las mujeres deseaban un poco màs de tiempo para poder cumplir con sus deberes del hogar: estar con sus niños. Cuidar y limpiar aquellos cajones de su cocina que por años nunca ha podido limpiar. Revisar la ropa de su familia. La niña deseaba estar con sus padres en casa para disfrutar de su compañía y amor. ¿Cual era la queja de sus padres? No tengo tiempo, hijos, no tengo tiempo.
Y vino la Pandemia. Y aquí está la paradoja: Lo que antes muchos deseaban tener que era tiempo, ahora les sobra. Les sobra tanto que ahora lo que quieren es salir. Salir de esa jaula que se llama casa. Y es que es en esas cuatro paredes en donde nos encontramos con un desconocido: nosotros mismos. Muchos no se conocían a sí mismos hasta que estuvieron encerrados, solos y aislados. Y eso les dio miedo. Porque da miedo conocer quién soy. De que soy capaz. Miedo a encontrarme con que hago cosas que no son éticas ni morales. Miedo a estar con otros aunque sean de mi propia especie.
Y el contraste es claro: Ahora necesitan salir. No a divertirse solamente, no a ocuparse de sus asuntos. Salir de esa jaula en donde veinticuatro horas al dìa hay que convivir con ellos mismos. Salir a sus oficinas para volver a maquillar sus vidas de que todo está bien conmigo, pero en el fondo saben que todo es ficciòn. Utopìa. Espejismo. Porque cuando regresen a la noche todo volverá a ser igual: Amontonar ropa sin lavar, trastos refundidos en algún cajón y trapos sucios escondidos en el closet. Volver a salir a comer, olvidarse del oficio porque llegarán muy cansados, los papás volverán a sus tardes de futbol y los hijos regresarán a sus nintendos. Todos contentos, todos fingiendo nuevamente que están viviendo “normales” cuando en realidad todo volverá a ser lo mismo: pura ficciòn. Hasta que quizá haya otro virus que los regrese a su realidad: No querer estar solos con ellos mismos.
Muchos, entonces, se cuidarán en extremo. Pero no por salud. No por evitar contagio. La verdad es que lo harán para evitar otro encierro en donde tengan que verse a sí mismos otra vez. Porque sin duda no les gustó lo que vieron en sus espejos: un desconocido.
SOLI DEO GLORIA