Ministerio Cristo Como Pastor (CCPAS)
Todos en algún momento hemos necesitado o necesitaremos de sanidad, en nuestro cuerpo físico, del mismo modo como cuando recibimos sanidad del alma el día que confesando a Jesús como nuestro Señor y salvador iniciamos una nueva vida de la mano con él, y las cosas viejas que llenaron de sombra y negatividad nuestros corazones, fueron hechas todas nuevas. La enfermedad y el dolor son parte de la vida, razón por la cual Dios en su palabra escrita dejo consejos a seguir para cuando enfermemos leve, grave o crónicamente.
En mi vida he experimentado diferentes tipos de enfermedades unas más dolorosas que otras, pero de cada experiencia he aprendido algo nuevo, como la maravillosa verdad de “que a los que amamos a Dios todas las cosas ayudan para bien” aunque a simple vista pensemos ¿Qué bien puede hacernos estar enfermos? Considero que la enfermedad es uno de los estados en los que logramos comprender este pasaje cuando aún en el dolor e incapacidad, podemos seguir confiando en la bondad y fidelidad de Dios para con todos aquellos que abrazamos sus promesas y confiamos en su voluntad que es buena, agradable y perfecta. Lo más importante en esos momentos es recordar que Dios conoce la fragilidad en nuestros cuerpos desde que nos creó y al hacerse humano de carne y huesos como nosotros, experimento todas nuestras dolencias y más. Él conoce cada dolor, molestia, incluso hasta la tristeza y desanimo que podemos llegar a sentir en nuestro lecho. La epístola de Santiago brinda un consejo que lamentablemente muchos ignoran y otros cuantos por orgullo pasan por alto me refiero al pasaje que cita ¿Está alguno enfermo entre vosotros? llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él. Muchos de los enfermos ni siquiera piden oración a amigos o familiares mucho menos a hermanos de la iglesia, lo cual considero un enorme error, porque si el dolor es mucho en nuestro lecho, al grado de entristecer nuestro espíritu no podemos orar, necesitamos la intercesión de otros, para levantar el animo y fortalecer nuestra esperanza. Como escrito está “El corazón alegre es una buena medicina, pero el espíritu triste seca los huesos” Pedir oración no es un acto de debilidad o motivo de vergüenza, es seguir el consejo que ayudará a nuestro bienestar, pero debemos de saber quién está dispuesto o dispuesta a interceder de corazón por nosotros, existen testimonios suficientes que respaldan el hecho de que el enfermo recibió aliento y sanidad, por la oración que otros levantaron cuando él o ella, no podía orar con sus propias fuerzas. “La oración eficaz del justo puede mucho”
Las enfermedades crónicas suelen ser más difíciles de sobrellevar sin embargo del mismo modo como a toda enfermedad debemos presentarle batalla a diario poniendo nuestra fe en Dios y en nosotros mismos, recordando que la enfermedad es solo una parte de la vida no es toda nuestra vida. Bueno es que conservemos la alegría de corazón por la vida que tenemos y en la medida de lo posible tratemos de hacer las cosas que nos gustan. Hacer esto ayuda a levantar el ánimo y sentirnos agradecidos con quienes nos auxilian en esos momentos y sentir lo bendecidos que somos por tener esperanza viva en lo porvenir.
¿Hay alguno enfermo entre vosotros? Le invito a que abrace la promesa escrita en el Salmo 41:3
“Jehová sostendrá al enfermo en el lecho del dolor, ablandará su cama en la enfermedad”