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miércoles, noviembre 27, 2024

Respuestas

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Jeremías 33:3 “»Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces.»

El Altar está hecho, el fuego ya está encendido, el cuchillo afilado, los lazos preparados. El ambiente está oscureciendo, se acerca la noche màs triste y larga del anciano padre que ha subido la cuesta màs terrible de su vida poniendo sus robustos brazos alrededor de los hombros de su hijo.

Se acerca la hora de responder aquella pregunta que le hizo al pie del monte: “¿En donde está el cordero?”  Busca un par de rocas de regular tamaño, le dice a su joven hijo que se siente frente a èl y el anciano lo hace en la otra.  Sus rodillas están cerca una de la otra. La mirada del joven está expectante, tiene sensaciones nerviosas en su estómago por lo que su padre le pueda decir, el padre siente miedo, un sudor frío le brota de la frente y le tiemblan los labios, pensando bien cada palabra, cada frase que le dirá al joven.  Un leve temblor en las manos revela que está asustado y nervioso por la confesión que tiene que hacerle a su hijo.  Porque no puede dejarlo sin respuestas.  Tiene que satisfacer la pregunta del hijo.  Y el viejo Patriarca se arma de valor y le declara lo que tiene oculto dentro de su corazón desde hace ya… ¿cuánto tiempo?  Tiene que decirle la verdad… “El cordero eres tu”.

¿Se ha sentado en un sofá en la sala de su casa, con las rodillas de su hija pegadas a las suyas y ha sentido ese frio recorrer su espalda para responderle su dolorosa pregunta? Si, hija, me casé con tu papá porque yo estaba embarazada de ti. Tienes razón, hijo, este tatuaje me lo hice una noche de locura con mis amigos del colegio. Este otro me lo hice en un momento en que me alejé del Señor. Esta cicatriz me quedó porque yo era un borracho y peleador callejero. Esta foto que has visto es de cuando estuve revolcado en el fango del pecado. Tu papi y yo nos divorciamos el dìa de tu cumpleaños, por eso no hubo pastel para ti ese dìa. No los dejé abandonados, hijos, pero tuve que emigrar a este paìs para enviarles para su pan. Si, es cierto, fui demasiado duro contigo pero es que yo no sabìa como corregir hijos, perdòname.  No tienes abuelita como todos los niños porque… porque mi mami me sacó de su casa y me prohibió regresar.  Yo fui demasiado rebelde. Esta herida no me la hice porque me caí, era mentira, es que tu papá me pegó una noche que peleamos hace tiempo. Sì, amor, reconozco que no soy lo que te dije que era. Lo lamento y te pido perdón…

Y luego de su confesión, con el corazón liberado por su secreto escondido, Abraham escucho el balido de un cordero trabado en el zarzal. Allí estaba la respuesta. El hijo quedó satisfecho, el cordero fue inmolado y Dios arreglo todo el asunto… a su manera.

«Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces.»

SOLI DEO GLORIA

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