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sábado, diciembre 28, 2024

Estorbos de la oración: «La falta de perdón» (II parte)

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No. 2: LA FALTA DE PERDÓN (segundo parte)

Recuerdo que en cierta ocasión un buen amigo me hablaba con mucha amargura de su papá, y un día tomé valor y le dije que debía hacer el compromiso de perdonarlo… inmediatamente él me dijo, “mi padre murió hace 12 años, pero aún en mi corazón siento amargura contra él”. Le pedí que oráramos y seguí clamando por mi amigo; con el tiempo volvimos a platicar sobre su padre, y me manifestó que finalmente pudo borrar esos recuerdos dolorosos y los sentimientos de tristeza al hablar de su papá.

La amargura es ilógica, es engañadora, es una atadura espiritual que desafía incluso nuestra inteligencia, ¿cómo podemos sentir amargura por alguien que ya está muerto? Sólo clamando continuamente al Señor para que tu corazón sea liberado de la esclavitud de la falta de perdón.

-Implórale en primer lugar al Señor su ayuda. Para sacar de mi interior estas ataduras, me hice la pregunta: ¿Por qué es tan difícil perdonar? Logré con Su ayuda contestar esa interrogante, recordándome que debemos hacerlo de “la manera que Cristo nos perdonó”. Debemos imitar al varón perfecto, Quien nunca nos paga según nuestras iniquidades.

Para experimentar el perdón en mi vida, inicié orando para perdonar pequeñas cosas. Entendí, entonces, que Dios permitió que pudiera experimentar ofensas de otros, para que posteriormente, con mi corazón adolorido delante de Él, logrará desahogar hasta el último gemido y sentir como mi Señor me daba paz, tranquilidad, fuerzas para seguir adelante y, especialmente, la convicción de perdonar.

Las emociones negativas que afectaban mi relación con el Rey de Gloria poco a poco desaparecieron y entonces pude ver a través de los ojos del amor de Dios, a todos aquellos que me habían fallado o decepcionado. Las cuentas pendientes por aquellas ofensas que me habían dolido mucho, se las dejaba a Dios, ya que es a Él a quien deben rendir cuentas, no a mí.

Lo anterior, desvanecía mi ansiedad, desembarazaba de rencor mi espíritu, me liberaba de cadenas de esclavitud y me permitía tener una vida “de gloria en gloria” con el Espíritu del Señor verdaderamente morando en mí (2ª Corintios 3:18).

Colosenses 3:13: “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.”

-Pídele Su Guía al Señor para buscar consejo en creyentes maduros. El Señor me proveyó amigas creyentes, cercanas y comprometidas por años en mi crecimiento espiritual, quienes me ayudaron a través de sus consejos acertados y oraciones para mí, para la pronta sanación de mi corazón, ya que el perdón requiere aparte de tomar una decisión, mucha determinación y acción efectiva. Casi a una sola voz, me hablaban de lo misericordioso y perdonador que es Dios en nuestra vida. Me recordaban como José perdonó a sus hermanos que lo abandonaron, vendieron y olvidaron, tal como lo leemos en Génesis 37:39-47.

-Haz votos ante el Señor. Me comprometí ante mi Padre Celestial que si la persona involucrada en mi falta de perdón se me acercaba y me pedía algún favor en el que pudiera ayudarle, lo haría inmediatamente por amor al Señor, por obediencia a Él. Durante todo este proceso, muchas veces me sentía confundida, porque sabía que la falta de perdón era un estorbo a mis oraciones, y aun así a veces no perdonaba.

Supe luego que estaba en un estado de derrota y fracaso consciente, debido a mi persistente rencor, y que ello impedía que mis oraciones fueran contestadas. No obstante, nunca dude que Dios me daría la oportunidad de hacer lo correcto, ¡Dios siempre ha hecho lo que yo he considerado imposible! Él me ha liberado, sanado y reestablecido las relaciones rotas. ¡Dios es mi sanador de mil batallas!

Lucas 6:36: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”.

Todo se puede resumir en no devolver mal por mal. Isaías 1:15 nos declara: “Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos”. Luego de leerlo, me estremecí profundamente. Aquí dice el Señor: no oiré tus oraciones porque tus manos están llenas de sangre, ¿por qué? Porque la Biblia también dice: “todo aquel que aborrece a su hermano es homicida” (1ª Juan 3:15). Y es que cuando hay amargura, rencor, falta de perdón y resentimiento contra el prójimo, ¡nuestras manos están manchadas de sangre! ¡Dios, en su santidad, no puede escuchar, ni contestar nuestras oraciones! Por lo tanto, reconciliémonos con nuestro hermano o hermana; ya sé que no es fácil perdonar, pero confesando, clamando y obedeciendo al Creador, Él nos quitará esos estorbos a nuestras oraciones. Lo podemos lograr, no dejemos de alcanzar la gracia del Señor, por alimentar esas raíces de amargura en nuestro interior.

Hebreos 12:15: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios, que, brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.”

Con el amor de Cristo, Helen de López

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