No. 3: LOS PECADOS DE TU BOCA (primera parte)
Santiago 3:9: “Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a las personas que han sido creadas a imagen
y semejanza de Dios.”
Las ofensas, calumnias o murmuraciones no deberían salir de nuestra boca. Y no sólo es lo que les decimos, sino el tono y la forma en que lo hacemos. Podemos consciente o inconscientemente,
ofender, mentir, agredir verbalmente, desmotivar, acusar, etc. a otros.
Algunas veces las palabras que han salido de mi boca simplemente no han sido de edificación, porque las he dicho de manera incorrecta. La razón es que me faltaba orar por anticipado.
Esta forma errada de comunicarme con mis semejantes estaba convirtiéndose en un estilo de vida, que afectaba mi relación con el Sanador y Redentor, así como con quienes me rodeaban.
Otra manera de perder la hermosura de nuestra comunión con el Altísimo, es debido a “pequeños hábitos”, según nosotros, que van saliendo continuamente de nuestra boca; los cuales crean brechas, que luego se convierten en sendas de pecado.
Por ejemplo, hablemos de la mentira, a través de la cual interrumpimos, deterioramos y hasta literalmente “destruimos” nuestras oraciones. ¿Cómo esperamos que el Señor conteste nuestras oraciones si mentimos maquinalmente? ¡incluso hasta cuando le hablamos a Él!
La mentira es una barrera que paraliza tu comunión con Dios, lo entristece, pero también da rienda suelta a otras mentiras, ya que, para encubrir una mentira, hará falta crear otra nueva y así sucesivamente, hasta provocar una auténtica hemorragia espiritual.
Salmo 101:7 “Jamás habitará bajo mi techo nadie que practique el engaño; jamás prevalecerá en mi presencia nadie que hable con falsedad.”
No existen mentiras piadosas, blancas o “mentiritas”, sólo hay “mentiras”. Recuerdo lo que contestaba cuando alguna amiga me preguntaba: ¿Estoy gorda? o ¿Me queda bien este vestido?; confieso que mentía y muchas veces lo hice por hacer sentir bien a esa persona. Entonces, le decía: “te queda bien, te hace lucir delgada”, cuando en realidad ¡se veía mal!, pues no le sentaba bien ese tipo de ropa. Eran mentiras que yo disfrazaba de verdad, con la creencia tradicional es estar en presencia de una “causa piadosa”.
En Proverbios 12:22 dice: “los labios mentirosos son abominación al Señor, pero los que obran fielmente son su deleite”.
¿Puedes imaginarte?, mentimos para obtener beneficios, ocultamos una realidad dolorosa o vergonzosa para evitarnos sufrimiento, y lo más triste es que lo hacemos en forma deliberada.
El mentiroso es un fabricante de “realidades que no existen”, nos volvemos pecadores, porque el Señor es firme contra la mentira y falsedad.
No se trata de decir la verdad de una manera poco amorosa. Si yo le hubiese dicho a mi amiga: “te ves gorda” o “no te luce”, la habría herido o dañado en su autoestima y eso no agrada al Señor. Nuestro hablar siempre debe ser sazonado con sal, compasivo y de muchas otras formas que no son destructivas. Lo correcto era decirle con gentileza: “por qué no pruebas con otros hasta tomar la mejor decisión.”
Proverbios 15:4 “La lengua apacible es árbol de vida; más la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu”.
Algo que siempre debemos tomar en cuenta, es que lamentablemente de nuestra boca pueden brotar ríos de oración, adoración y alabanza, pero en algún momento también pueden brotar ríos de chisme, murmuraciones, calumnias, discordias, amarguras.
Por nuestra inclinación a pecar, debemos tener claro que ésta barrera es como una puñalada auto infringida a nuestra relación con el Señor. Día con día, pido que Él ponga guarda a mi boca y vigile las puertas de mis labios. Él es limpio, puro y condena enérgicamente los pecados de la boca.
En muchos versículos de la Biblia encontrarás que le causan repulsión. Pidamos ayuda al Padre, para que antes de transgredir con nuestros labios, nos dé el valor de tomar la decisión de no ofenderle.
Salmos 141:3 “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; Guarda la puerta de mis labios.”
No quiero que pienses que soy legalista, que no miento y que condeno a los que pecan con su boca. En varias ocasiones he sido murmuradora… y sigo teniendo batallas como las tuve en el pasado, y seguro las seguiré teniendo en el futuro; pero la diferencia es que estoy consciente de que la oración es poderosa y eficaz.
Con el amor de Cristo, Helen de López