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sábado, abril 27, 2024

A César y a Dios

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Por: Mario Vega | Pastor General Misión Cristiana Elim

En las últimas semanas mis artículos han tratado sobre los cristianos y la política. A ellos las personas han reaccionado, principalmente, por las redes sociales. La inquietud más frecuente que los lectores han expresado es con relación a las palabras de Jesús: «Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios». Al hacer una lectura descuidada de esa frase puede crear la impresión de que Jesús estaba estableciendo dos esferas separadas: la de Dios y la de la política, sin que exista entre ellas posibilidades de acercamiento o conjugación. Pero cuando se realiza un examen contextual del famoso dicho, tal interpretación resulta ser completamente inconsistente. Hablar de separación entre lo político y lo religioso en la cosmovisión israelí era inconcebible y mucho más en la época de Jesús. La enseñanza de Moisés y de los profetas había sido muy firme en cuanto a que todas las esferas de la vida se encontraban sometidas a la soberanía divina y eso incluía el ejercicio político. La interpretación de que Jesús estaba estableciendo dos esferas separadas es una construcción que solo es posible apoyándola en los pilares del anacronismo y del etnocentrismo. Es querer encontrar, en un pasaje que nada tiene que ver, la justificación para los propios prejuicios que se originan en las características históricas que permitieron el establecimiento de las primeras iglesias evangélicas en el país y que he expuesto anteriormente.

De lo que Jesús hablaba, al responder a la pregunta tramposa que le hicieron, fue de la necesidad de anular toda absolutización del poder político. «A César lo que es de César», es realmente una limitación que le da al poder humano lo que le corresponde y nada más. En este caso, los impuestos. Ni el emperador, ni ningún poderoso de este mundo es un dios, por invencible que parezca. No hay que adorarlo ni temerlo, solo el Señor es Dios. Por su parte, «a Dios lo que es de Dios» implica una fidelidad absoluta. Rendir culto a Dios es descreer en todos los que pretender arrogarse su lugar o sus facultades. Ningún político imperial, ni funcionario, ni patrón, ni líder religioso puede usurpar la entrega y confianza que le corresponde al Señor. A Dios lo que es de Dios y a nadie más. De manera que no se trata de esferas separadas sino de esferas superpuestas, en donde Dios está por arriba, incluso del César.

La sabia respuesta de Jesús no establecía una disyuntiva en la que el creyente debía optar por servir al César o servir a Dios, por el contrario, lo presentó como aspectos indivisibles de una misma realidad: la lealtad al único Dios. Las posiciones «neutrales» o «apolíticas» son una pérdida completa del sentido de su enseñanza y son una irresponsabilidad ante el reproche que hizo tanto de los que se fanatizaban por un bando como por los que pretendían limitar la incumbencia de Dios en la totalidad de los asuntos humanos. Incluso en la construcción gramatical de su frase utilizó una elaboración muy específica. Al hablar de dar a César y dar a Dios utilizó la conjunción copulativa «y» y no la conjunción disyuntiva «o». Con lo que es claro que él no estaba denotando separación o alternativa entre las dos esferas sino coordinación y unidad. Se trata de una frase contundente que confirma los elementos bíblicos del tema que expuse en el artículo anterior y que llama a los cristianos a ser honestos en llevar las buenas nuevas del evangelio a todos los ámbitos de la sociedad.

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