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viernes, noviembre 22, 2024

Ese problema tiene solución

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Desde la antigüedad tú fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin. (Salmos 102:25-27)

¿Por qué nos encontramos pensando: Nada jamás cambiará … Siempre voy a estar así … Mi situación nunca cambiará … Él nunca cambiará … Ella nunca cambiará … Yo jamás seré tan tan bueno como aquel o aquella?

Salir de situaciones de confort y enfrentarnos a los grandes cambios que requerimos para perseguir la voluntad el Señor, crecer en Él, obedecerle y servirle con fidelidad, no es una tarea fácil que ejecutaremos de la noche a la mañana sin ningún costo. Es un esfuerzo gradual, que demandará de cada uno, constancia, perseverancia y disciplina, apoyados siempre en una gran verdad: Lo único que nunca cambiará es Dios. Todo lo demás puede cambiar.

Pero si no tienes esperanza de ver un cambio en tu situación, el cambio probablemente no va a llegar. Sabes, soportamos muchas cosas emocionalmente difíciles que realmente no tendríamos que sufrir si pusiéramos nuestra esperanza en Dios y paráramos de mirar todas las circunstancias que no podemos controlar.

Aquí está la buena noticia: ¡puedes disfrutar la vida si decides hacerlo! Pero debes creer verdaderamente que es la voluntad de Dios para ti experimentar alegría continua. Entonces debes decidir entrar en esa alegría, que es esencial para Tu salud física, mental, emocional y espiritual.

Dios no cambia, pero Él puede cambiarte si lo dejas trabajar en ti! 

“Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1)

En esta vida, los tiempos de dificultad son inevitables. Algunos sufren la pérdida de seres queridos. Otros enfermedades; muchos son, por otro lado acusados injustamente. En fin, la lista de dificultades es inmensa, pero solamente podemos hallar consuelo en un lugar.

Este ultimo pasaje nos habla de grandes calamidades; algunas de ellas ocasionadas por la naturaleza, y otras por la obra del ser humano. Nos sentimos desconcertados en medio de estas pruebas, pero la palabra nos dice a quién tenemos que acudir: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. En nuestro mundo moderno lleno de tecnología y responsabilidades, nos resulta difícil hacer una pausa para orar. Sin embargo, la clave para vencer las dificultades radica en confiar en Aquel que está en control de todo.

En vez de tratar de resolver el problema solos, o de culpar a otros, tenemos que aprender a esperar, mientras vemos cómo Dios actúa para sacarnos de las dificultades (Is 64.4). Esto significa que debemos dedicar tiempo para estar a solas en oración con nuestro Señor, meditar en su Palabra y escuchar su voz. Nuestra naturaleza humana nos hace tratar de arreglarlo todo con nuestras propias fuerzas, pero el Señor nos exhorta a ser pacientes y a esperar en Él.

¿Cómo respondes cuando la dificultad llega a tu vida? Puede ver estos problemas como una oportunidad más para crecer en su fe y en la relación que tiene con el Padre celestial. Cualquiera sea la circunstancia que atraviese, debes dedicar tiempo para escuchar la voz de Dios.

Confía, Dios obrará!! 

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