Salmo 16:11 “Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.”
La oración es la joya perdida de la iglesia, pues está al alcance de todos, pero tristemente no se valora, la mayoría pierden múltiples bendiciones y maravillas que el Dios Viviente puede realizar en sus vidas. Cada vez que sientas temores, angustias, anheles algo fervientemente, ¡corre presuroso a los pies de Dios!; recuerda que Su amor y poder, no tiene nada que ver con tus circunstancias, ni con tu capacidad, y es que eres hijo de Dios, y Él ha dicho, “Nunca te dejaré, jamás de abandonaré” (Hebreos 13:5).
Me encontraba en el hospital con tan solo 7 meses de mi último embarazo, a punto de tomarme la ultrasonografía que daría el resultado del sexo de mi bebé. Anteriormente ya me había tomado otras, pero el médico dijo que no se definía sino hasta muy cerca del parto. Eran otros tiempos y no existía la tecnología avanzada de la cual hoy disfrutamos.
Dios ya me había bendecido hacía algunos años con dos hermosos varones. El Dios Viviente me había dado ese gran privilegio de ser madre, y estaré agradecida con mi Señor ya que a todos mis hijos los amo con toda mi alma.
Mi tercer bebé venía en camino, anhelaba una hija, con la que soñaba compartir momentos lindos, ser grandes amigas, ser su consejera, su confidente, y su madre.
En la sala de espera, estaba suplicando al Dios Todopoderoso, le decía al Señor: “el deseo de mi corazón es tener una niña, a quién pueda contarle mis experiencias, con quién pueda compartir mis cosméticos, tener largas pláticas y más…” Seguía orando, «Padre, me gustaría mucho que me dieras una niña a quien le enseñaría sobre tus caminos, pero Papito, tú sabes lo mejor para mi vida, por favor solo te pido que el bebé nazca saludable.”
Te confieso que sentí que fueron largas y pesadas horas, mientras esperaba mi turno para la ultrasonografía. Al fin pasé con el doctor, quién realizó el examen, mientras yo seguía orando en mi mente; repentinamente el médico dijo “¡Creo… que es una niña!” Yo sólo sonreía, y él afirmó: “confirmado, es una niña”. Todo mi ser se inundó de un profundo y tierno agradecimiento al Creador, de mis entrañas emergía una tremenda alegría, porque mi petición había sido contestada. Cada vez que recuerdo esa tarde, mis lágrimas ruedan por mis mejillas, recuerdo lo amoroso que fue Dios, pues aún sin merecerlo, me concedió ese deseo de mi corazón.
Este es sólo un ejemplo de los múltiples y grandes beneficios de la oración. Cuando tú te comunicas con el Dios Todopoderoso, Él te puede conceder la petición que sea, siempre y cuando Él la considere en su voluntad. Por ejemplo, si sueñas con poner un negocio, pídeselo a Dios; si quieres una beca, clama; si buscas un empleo, no desmayes; si quieres pareja, pídesela con todos los detalles; en fin, todo cuanto quisieras, ¡clama al Dios verdadero!
A ti que aún no puedes tener un hijo, al igual que yo hice, te sugiero que tengas fe, confianza, y no desmayes en clamar a Dios, quien es nuestro Padre, que es Omnipotente y capaz de bendecirte con un hijo o hija; pídeselo, pero con fe, y deja que Él haga su perfecta voluntad.
Muchas personas con las que me rodeo, y yo misma, no siempre hemos obtenido lo que pedimos en la manera que queremos. Pero siempre amamos a Dios, ya que, aunque nada tenga sentido a veces en la vida, aún destrozados y derrotados, lo único que puede darnos paz y esperanza es Su presencia, Su amor, Su fidelidad a lo largo de aquellos túneles oscuros que a veces atravesamos.
Te animo a que inicies esta íntima relación con Dios, y podrás experimentar la cercanía de un Dios amoroso y cálido. ¿Los beneficios? Él te irá envolviendo con sus lazos de amor, buscarás conocerle a Él por medio de Su Palabra, además, tu fe se incrementará y te sentirás seguro, y así muchos beneficios que te muestro en el siguiente cuadro. Lee detenidamente cada casilla y te pido que pruebes, verás que todo lo que te estoy diciendo se volverá una realidad en tu vida, como se ha vuelto en la mía. Siempre sigo siendo imperfecta, equivocándome, buscando ser mejor cada día para mi Padre, sirviéndole, pero aún la lucha no ha terminado, sigue. Pero ¿qué es lo más importante? Es que voy creyendo en todas sus promesas, pues ÉL PELEA nuestras batallas.
Toda la gloria, toda la honra, todo el honor, la gratitud sea para el Rey de Reyes, porque Suyo es el Reino, El poder y la gloria por los siglos de los siglos, Él es el UNICO DIOS VERDADERO DE AYER, HOY Y SIEMPRE.
Con el amor de Cristo,
Helen