Mateo 23:26 “Cuando le llevaban, tomaron a un cierto Simón de Cirene que venía del campo y le pusieron la cruz encima para que la llevara detrás de Jesús”
No lo estaba buscando. Ni siquiera sabìa seguramente quién era el Ajusticiado. Era un hombre cumplidor de sus deberes como padre responsable de su familia. Aparentemente no le faltaba nada. Sin duda era tan trabajador que se sentía satisfecho con la vida que llevaba. Su campo era su vida. Su arado era su herramienta preferida. No se metía con nadie, en consecuencia esperaba que nadie se metiera con èl. Era un modelo de hombre, a su entender, por supuesto.
Solo que la vida nos juega sorpresas que no esperamos. A la vuelta de la esquina nos esperan situaciones que no esperábamos. Una enfermedad fulminante. Un cáncer mortal. Un dolor de muelas a media noche. Un llamada por teléfono anunciando que se murió algún ser querido. Una próstata inflamada. Un riñón obstruido. Cosas que pasan y que no creíamos que eran para nosotros.
Cuando Simón regresó a su casa aquella tarde que volvía de su trabajo, llegó todo salpicado de Sangre. En sus ropas, en sus hombros y en su rostro se notaba el agotamiento extremo al que había sido obligado. La Sangre del Hombre que iba delante de èl lo marcaba inexorablemente. Por supuesto, èl no se esperaba esto. Nadie se espera encontrarse con la Sangre a medio camino después de un dìa de trabajo. Algunos se encuentran con ella porque la buscaron. Otros porque fueron buscados. Y Simón de Cirene era buscado. Jesus lo estuvo esperando todo el tiempo pero como no lo encontró entre sus oyentes, lo encontró a medio camino al Monte de la Calavera. Y Simón fue obligado a entrar al Reino de los Cielos. Un romano lo obligó a ir detrás de Jesus. Sin saberlo, este incrédulo cumpliò la Palabra: “A algunos forzadlos a entrar…” Y Simón cumpliò lo que dijo Jesus: “Toma tu cruz y sígueme”.
Y si Jesus cumpliò todo lo que dijo, ¿por qué nos afligimos nosotros? No temas, manada pequeña, vuestro Padre sabe de qué tienes necesidad.
SOLI DEO GLORIA