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viernes, noviembre 22, 2024

¡No te canses de hacer el Bien!

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Gálatas 6:9 es la cita de esa palabra y de la que estoy segura que hemos oído predicar muchas veces, pero de tanto leerlo y oírlo a veces ya damos por hecho que entendemos todo lo que engloba dicha frase. Analizando detenidamente, parece ser incongruente que se nos aconseje que “no nos cansemos de obrar bien”; sabemos que, al obrar bien las consecuencias no pueden ser negativas. Usualmente este verso bíblico lo relacionamos con la honestidad, la veracidad y el cumplimiento de la ley humana y lógicamente en ese escenario el obrar bien no es cansado puesto que sabemos que, aunque no tendremos recompensa, tampoco tendremos problemas futuros. También lo relacionamos con la santidad y una vida sometida a Dios que trate como recompensa la vida eterna; pero ¿qué pasa cuando a pesar de tener una vida sometida a Dios y una vida humanamente justa y correcta no es suficiente para evitar el cansancio y el desánimo en nuestro corazón al ver la ingratitud, el abuso, las faltas de respeto y la desconsideración que otros tienen hacia nosotros?

Esta cita bíblica también se refiere a hacer el bien por los demás; muchas veces a pesar sacrificamos por los demás (sin esperar nada a cambio), ayudamos económicamente, brindamos soporte emocional, intercedemos en oración, sacrificamos nuestro tiempo e incluso nuestro propio bienestar por el de otra u otras personas, aconsejamos, y en general estamos para dar una mano en los momentos de necesidad; pareciera que todo eso fuera poca cosa ante los ojos de otros y en lugar de agradecer o valorar lo que se hace por ellos, la respuesta que se obtiene es de desprecio, abuso y falta de respeto muchas veces. Este escenario se da en todos los ámbitos, pero es más frecuente y mucho mas doloroso cuando se da en el seno de la familia.

La ingratitud, el abuso, la injusticia y el irrespeto de los demás pueden crear heridas muy profundas en nuestro interior que seguramente no nos llevaran a alejarnos de Dios, pero nos hacen vivir en desanimo, en depresión, con resentimiento o soledad. El señor no quiere que vivamos presas de esas emociones destructivas y negativas que debilitan nuestra fe. Cuando esto sucede al interior de la familia es fácil ignorar el trasfondo espiritual de la problemática y en un intento de solventar nos enfocamos en aspectos buenos, pero no completos; tratamos de poner limites que pueden llegar a incluir el divorcio, la salida de un hijo de casa, etc; y cuando venimos a darnos cuenta hemos levantado grandes murallas que dividen a la familia mucho más. Pero el Señor hoy quiere que recuerdes que además de darte tu lugar y poner limites recuerdes 3 grandes verdades: La primera es que ninguna buena obra que hagamos sinceramente quedara sin recompensa por parte de Dios (Lucas 6:35/ Hebreros 13:16); la segunda verdad es que nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra huestes de maldad (Efesios 6:12), tengamos por seguro que aunque las ofensas, desprecios o abusos salen de la boca de una persona de carne y hueso que tiene capacidad de pensar, razonar y analizar; su mente esta atada porque ha permitido que el pecado gobierne su vida, por lo tanto quien dirige su vida no es Dios sino el enemigo y por lo tanto será instrumento para debilitar nuestra fe y hacernos tropezar; y la tercera verdad es que TU REDENTOR VIVE Y EL TE LEVANTARA (Job 19:25) El Señor te hará justicia y terminara la buena obra que comenzó en ti y en los tuyos.

Claramente esto no significa que no debes poner limites ante la ingratitud de los demás, pero no permitas que eso mine tu corazón y te lleva a cometer errores.

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