1 Samuel 15:14 “¿Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo?”
¡He orado a Dios y no me escucha! He clamado, llorado, ayunado e ido a la iglesia a pedir mi milagro pero no hay manera que sea atendida mi petición.
Esa es la queja de mucha gente que asiste a los templos a acompañar a otros en los cantos, en los ritos y toda la parafernalia eclesiástica que se acostumbra para tranquilizar sus conciencias y justificar que están en paz con Dios. Por lo tanto, creen que son merecedores de que Dios los escuche en sus ruegos y les conceda sus gustos. Normalmente son personas que no se han convertido de todo corazón al Señor. Quizá lo han confesado por compromiso o por ser parte de una sociedad que se distingue por su cristianismo verdadero como aquellos que en tiempos de Pablo predicaban por envidia a Jesucristo, ¿recuerdan?
Son personas que viven vidas dobles. Su doble moral los mantiene tan ocupados en las cosas del mundo que no quieren dejarlas por que ese es precisamente su estilo de vida. Se niegan a abandonar sus deseos carnales y egoístas en un mundo egocéntrico y lleno de deleites para la carne. Son los que emulan a Saúl cuando se reservó lo mejor del botín cuando la batalla con Amalec. Guardó sus ovejas y bueyes para su propio sustento. Con eso tenía asegurada su cena para varios meses sin necesidad de acudir al Dios que lo había puesto como rey de Israel.
Hoy, cuando pasan situaciones extremas, cuando la realidad los atenaza y los hace doblar la cerviz, acuden a Jesus. Le piden, le exigen, lo chantajean con lagrimitas fingidas para que les atienda. Pero no sucede tal cosa: Hay tanto balido de ovejas y bueyes en su corazón que no pueden ser escuchados. Ni modo, así es la cosa mis amigos.
SOLI DEO GLORIA