Romanos 12:10 “Sed afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, daos preferencia unos a otros…”
¿No les he contado la historia del bizco de la cuadra?
Cuando éramos pequeños un grupo de amigos en la cuadra donde vivíamos, en esa cuadra vivía un muchacho de nuestra edad (6-7 años). Era el rico de la cuadra porque su mamá ganaba un buen sueldo. Nosotros éramos de la otra clase. Los pobres que apenas si alcanzaba para cambiarle media suela a nuestros zapatos cuando se rompían. En el tacón mi papá pedía que le pusieran unas planchas de hierro para no gastar mucho los tacones. ¿Alguien se recuerda de esa época?
Bueno, pues al amigo rico, que además era bizco, un día su mamá le regaló una pelota de fut. Estaba feliz pues era el único que tenía un regalo de esa clase. Nos reunió a todos y nos invitó a jugar con su pelota, por supuesto, él era el jugador principal. Claro, era el dueño. El problema era que como era bizco, no sabía donde estaba la pelota y la pateaba para todos lados. Pero nosotros lo aceptábamos porque ni modo. Era el dueño y si no le pasábamos bola, se enojaba, tomaba su pelota y se la llevaba y nos dejaba sin nada para jugar.
Así hay personas en la iglesia: Tienen un hermoso regalo de parte de Dios para que lo comparta con todos los miembros, que los haga felices, que les ayude a crecer y creer más en el Señor, pero un día… se enojan, toman su don y se van, dejando al resto de la congregación sin la bendición que Dios les ha dado para enriquecer la vida de los otros. Como mi amigo de la infancia, se molestan cuando no se les pasa la pelota de algún ministerio, un privilegio o un saludo, o se predica un mensaje que no les gusta y entonces se llevan el regalo que Dios les ha dado y dejan al resto del “equipo” sin disfrutar de la bendición que tienen.
Ah, y no forzosamente porque sean bizcos, disculpen, es que son miopes.
SOLI DEO GLORIA