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sábado, diciembre 28, 2024

La oración modelo de Jesús (octava parte)

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SIERVOS DEL REY

Hace 8 años atrás simplemente sabía que debía aceptar la voluntad del Padre, pero no lo había comprendido. Mi primer hijo estaba por finalizar su bachillerato y activamente servía en nuestra iglesia. Él dirigía un grupo de jovencitos, a los cuáles le dedicaba tiempo y les enseñaba sobre el diario andar en la Palabra. Me sentía agradecida con Dios porque mi hijo estaba con nosotros, estudiando, sacando buenas notas y sirviendo al Señor.

Una tarde nos encontrábamos platicando, cuando repentinamente él dijo algo que me sobresaltó y volví mi rostro hacia él preguntándole: ¿qué dijiste? El respondió, me quiero ir a estudiar a otro país. De mala gana le dije: bueno, pídele al Señor, yo no estoy de acuerdo con esto, pero el Señor dirá. El Señor te puede bendecir en cualquier lado, no tienes que salir, aquí estas bien, tienes tu ministerio en la iglesia. En mis adentros dije: oraré al Señor para que no le salga nada de esto, pero mi hijo también habló con mi esposo, la reacción de él fue muy diferente. Mario ofreció su ayuda, se comprometió en averiguar sobre becas, y fueron a embajadas y otros lugares.

En cambio, yo, oraba al Señor y le decía: Por favor, Señor, no le des ninguna beca, aquí está bien, estamos cerca, tiene muy buenos amigos en la iglesia, te está sirviendo, confío en Tu bendición, sé que puede prepararse mejor, pero mi confianza no está en la preparación, sino en tu bendición y aquí él tiene una relación contigo, allá no sabría qué puede pasar.

Me embargaban sentimientos de temor. Como iglesia habíamos experimentado el fallecimiento de una jovencita, quién era hija de uno de nuestros misioneros. Todos estábamos conmovidos por esta trágica noticia. Pensaba que esto mismo le podría pasar a mi hijo y esto me paralizaba. Así es que clamaba constantemente por esto. Mi hijo me decía: “¡qué tristeza que tú no puedes orar por este anhelo que tengo!”

Con el pasar del tiempo, seguía orando: “Señor, que se haga Tu voluntad y la mía, y no la de “Mario y mi hijo”. Lo decía así, porque creía que Dios y yo éramos un equipo peleando contra el otro, que eran mi esposo y Marito. En conclusión, era una “un hágase tu voluntad” pero sin estar dispuesta a aceptarla.

Imagínate la sorpresa que me llevé, mi hijo se ganó una beca en Estados Unidos, ¡yo no podía creerlo! Así es que, a solas, empecé a sollozar y le dije: Señor ¿por qué? Te he suplicado intensamente por esto, sabes que tengo miedo de que mi hijo al irse, ¡se aleje de tus caminos y peor aún que muera allá en Estados Unidos como murió aquella jovencita!

Lloraba desconsoladamente hasta que recordé el versículo “La voluntad del Señor es buena, agradable y perfecta”. Recordé también a Job, y que yo tendría que decir “Bendito sea el Nombre del Señor”. Así es que, en medio de un mar de lágrimas, tuve que aceptar la voluntad de mi Padre, y con tristeza le tuve que decir: “Gracias, Señor, por la oportunidad que le estás dando.”

Tuve que aceptar la voluntad de Mi Padre y cambiar de actitud. Recuerdo que le dije: “hijito, ¡cómo me hubiese gustado que no te fueras! pero mi Padre lo ha decidido y debo aceptar Su decisión, así es que te apoyaré en lo que necesites, y oraré mucho por ti.”

Pedir la voluntad de Dios, debe hacerse con conciencia plena y la debemos aceptar, nos guste o no.

También, debemos vincular la VOLUNTAD de nuestro Padre a diversas áreas de nuestra vida, por ejemplo: La voluntad del Señor es que obedezcas su Palabra, también es que le sigas con toda tu mente, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas. La voluntad de Él también debe estar presente en tu familia, en tu trabajo y en todas las actividades que desarrolles. Debemos implorar que Su voluntad sea hecha en toda la tierra.”

Confiesa cuando no hagas Su voluntad

Igual que en “Venga Tu Reino”, detente aquí, y por favor medita y revisa en tu andar, que cosas no estás haciendo de acuerdo a la Biblia, a Su Santa Palabra. Será tiempo de confesarlas y pedir la fuerza del Señor para dejar esas áreas que te impiden hacer la voluntad de Él.
También, muchas veces, pedir que se haga la voluntad de Dios, nos puede llevar a la misma cruz de Cristo, por ejemplo: si estuviese en un matrimonio difícil en el que mi vida no corra algún peligro, pero si este riesgo se diera, debería pedir urgente ayuda y guía al Señor para que reciba consejo de un Pastor, etc. La voluntad de mi Padre es que nuestros matrimonios duren toda la vida. Y así, en muchas situaciones más, que puede ser incluso con alguien que no nos ama y aún que nos odia, debemos morir a nuestro ego, a nuestros derechos, a nuestro tiempo, con tal de hacer la voluntad del Padre, la cual es que le perdonemos.

Para tomar la decisión de hacer lo que Dios quiere que haga, tengo que primeramente implorar pidiendo que me dé la firmeza y la convicción para hacerlo. En nuestras propias fuerzas no lo podríamos hacer… En la Biblia se encuentra toda la voluntad de Dios para nosotros.

Estando muy cerca el momento en que Jesús daría su vida, como preciosa ofrenda de sacrificio por liberarnos de nuestros pecados, dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mi esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Él se resignó a la voluntad del Padre, aunque ello significara morir en el tormento. Resignarnos a la voluntad de Dios implica morir al yo, aceptar y confiar en la soberanía de Nuestro Padre. Sólo en la voluntad del Señor hay victoria y podemos ver contestación a nuestras oraciones.

Debemos estar confiados. El Señor quiere lo mejor para nosotros y, por lo tanto, como buen Padre, sabrá que darnos y que no darnos. Jesús es nuestro modelo para pedir y aceptar la voluntad del Señor en nuestras vidas.

1ª de Juan 5:14:
“Y esta es la confianza que tenemos en Él, que, si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye.”

Finalmente, también podemos decir “que se haga Tu voluntad” implica orar por muchos que no conocen del Señor que están en caminos erróneos, caminos de adoración y servicio a otros dioses irreales

Después de que te has presentado con el Padre, teniendo en mente que está en los cielos, que lo adoras con tus palabras, con tu testimonio, en tu diario andar, que lo alabas agradeciendo por lo que Él ha hecho por ti, que has pedido que Su nombre sea santificado, que has pedido porque venga Su reino a ti, a tu familia y a toda la humanidad, que has pedido que Su voluntad sea manifiesta en tu vida y en la de otros que no la hacen, este es el tiempo que Jesús nos enseña para que descargues tu corazón, pidiendo a Él por tus necesidades.

Con el amor de Cristo,

Helen

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