Hechos 22:8 Y respondí: «¿Quién eres, Señor?» Y El me dijo: «Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues… Y yo dije: «¿Qué debo hacer, Señor?”
Pablo es un hombre de tres culturas. Judio de nacimiento. Ciudadano romano. Griego por estudios. Así que hablaba los tres idiomas más importantes de su época: hebreo, latín y griego. Había estudiado a Platón y conocía los escritos de los poetas atenienses.
Así que humanamente hablando, era un erudito. No había quién le diera -como decimos en Guatemala-, atol con el dedo. Era un hombre de carácter duro como la roca y de principios no negociables y de una basta cultura que se podía mover en cualquier nivel social. En lo espiritual, fariseo de segunda generación de la más dura línea. Educado bajo la tutela del nieto del famoso Hillel. Gamaliel le había enseñado todo lo concerniente a la Torá y sus leyes. Sabía usar los idiomas a su antojo y no le temblaba el pulso cuando de actuar en contra de todos aquellos que no obedecieran ni cumplieran los preceptos de su Dios se trataba.
Los mismos Sacerdotes de Israel le tenían un respeto a toda prueba. Le habían dado un carnet de identificación que lo autorizaba a enviar a la cárcel a cualquiera que estuviera adorando a un Dios que no fuera el Dios de su nación, a Jehová. Era un hombre muy conocido en las esferas oficiales tanto que aún los reyes romanos se deleitaban en escuchar su léxico.
Todo esto nos lleva a una conclusión: Cuando Jesus decide buscar a un hombre que reúna ciertas cualidades que le iban a servir para emplearlo como su mensajero para expandir su reino, no duda en tumbar de su orgullo, su linaje y su brillante currículum a este hombre que si no hubiera sido por un aguijón en su carne, quizá hubiera roto todos los paradigmas espirituales.
Su momento más icónico es el traumático encuentro con Jesus. En sus palabras podemos vislumbrar como el orgullo humano se hace trizas cuando Jesus toma el mando. En solo dos palabras se revela el alto impacto que Jesus hizo en el corazón de este abanderado de la religión: “¿Quién eres, Señor?” Para empezar le dice “Señor”. “Kurios”. Dos veces le repite el mismo título. Este título denota: “Tú mandas”. Seguidamente le expresa lo que todo esclavo tiene que decir: “¿Qué quieres que haga? Qué debo hacer Señor?” El orgulloso y tirano Saulo se hace humo y nace el siervo Pablo. Saulo se anula para darle paso a un siervo que cruzó los siete mares con tal de obedecer lo que su Señor le había mandado.
No, no hemos alcanzado ese nivel señores. Aún no hemos dejado nuestros paradigmas, es por eso que no nos pueden confiar los secretos del Cielo. Pero no desmayemos y sigamos el Camino. Él mismo lo dijo: “No lo he alcanzado todavía…»