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jueves, abril 25, 2024

Lot, el fracaso (3 de 5)

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Génesis 19:16 “Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas…”

Todo lo que hacemos deja huellas.  La vida que hemos vivido la llevamos escrita para quienes sepan leer.  No nos engañemos, Dios no puede ser burlado. Si me preguntaran si podría volver a nacer y qué cosas no haría en mi nueva vida… haría un inventario de las experiencias que dejaron cartas abiertas de mi paso por la vida y que son recuerdos dolorosos y algunos vergonzosos que hablan mal de mi conducta pasada.

Lot desperdició la única oportunidad de lograr cumplir el propósito de Dios para su vida. El haber visto desde el principio los valles, los pastos y todo lo material que llenaba su horizonte, le hizo dejar de ver a las personas.  Vio lo perecedero y no vio lo importante. Así somos muchos que nos llamamos hijos de Dios. Ponemos nuestra vista e intereses en lo material sin darnos cuenta que a nuestro alrededor existen personas hambrientas de cariño, de un abrazo, de una palabra de aliento que les haga sentir vivos. Nuestro afán por lo material ha llenado tanto nuestro corazón que nos hemos vuelto insensibles a los demás. Pasan frente a nosotros como nubes que se disuelven en el camino porque nuestros ojos están puestos en lo que realmente no merece la pena. Lo dijo Cabral: “pobrecito mi patrón, él cree que el pobre soy yo”.

Al final de la huida de Sodoma y Gomorra, vemos que Lot no pudo convencer a sus yernos del juicio que vendría sobre sus ciudades. El epítome del fracaso de un hombre que se dedicó a engordar sus ovejas, sus cuentas bancarias y sus chequeras le llevó a tener que enfrentar su vergüenza de no haber logrado salvar la vida de esos jóvenes que estuvieron en su horizonte no sabemos cuanto tiempo. Sus hijas se perdieron el privilegio de concebir de ellos y… ya sabemos lo que pasó al final.

¿Qué preguntarían los ángeles cuando Lot regresó sin sus yernos para salvarlos? ¿Qué respuesta les daría al preguntarle por ellos? Porque la orden fue clara: “Saca a tus yernos de aquí…” Ayer vimos que ellos se rieron de él porque pensaban que estaba bromeando.

¡Cuidado suegros y suegras con mezclar lo santo con lo profano!

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