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miércoles, noviembre 27, 2024

La Búsqueda

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Lucas 15:9 «Alegraos conmigo porque he hallado la moneda que había perdido.”

¿Se imagina usted a una señora barriendo toda una casa, levantando muebles, moviendo sillas y pasando la escoba por todos los rincones de su casa hasta encontrar algo que había perdido?

Sin duda le ha sucedido algo parecido. Cuando usted pierde algo de gran valor y de pronto se da cuenta que no lo tiene a la vista, empieza con cierta ansiedad a buscarlo. Remueve cajones, bolsos, levanta las esquinas de su guardarropa, busca entre las bolsas de su ropa, se tira al suelo y no descansa hasta encontrarlo. Hasta entonces se siente tranquilo porque lo ha hallado. Esto le puede tomar horas o días lograrlo. Ahora sí, lo pone en un lugar seguro para no correr el riesgo de volverlo a perder.

Esto me vino a la mente ayer que salí de mi casa para ir a predicar a una congregación en San Marcos. En medio del tráfico de la hora, iba imaginando al Señor Jesus barriendo todas las calles, callejones, avenidas, centros comerciales y lugares menos imaginados hasta encontrarme. Le llevó varios años encontrarme, pero lo maravilloso es que no descansó de barrer toda Guatemala hasta hallarme, recogerme y ponerme en “…lugares celestiales juntamente con Cristo”.

¿Puede usted visualizar al Rey del Universo barriendo la ciudad entera hasta encontrarlo? ¿Se lo imagina buscando su vida, su alma y haciendo lo imposible hasta lograr dar con usted?

Bueno, pero eso no es todo. El quid de la cuestión es: ¿cómo se lo agradecemos? ¿Abandonándolo por irnos de su lado? ¿Aceptando cualquier otra oferta del diablo para abandonar a ese Señor que se esmeró en buscarnos para darnos bendiciones? ¿Dejando de asistir a sus cultos porque algo menos importante llamó nuestra atención? ¿Porque se peleó con su pareja, o porque hacía mucho frío, o porque tenía que trabajar, o porque a esa hora dan en la tele el partido que tanto deseaba ver? ¿O porque llegó muy cansado del trabajo y ya no quiso volver a salir?

La moneda que encontró en la parábola fue más agradecida que muchos de nosotros, compañeros, porque creo que no se volvió a perder de vista de su Dueño…

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