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sábado, diciembre 28, 2024

Señor perdona nuestras deudas (Parte final)

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Mateo 6:12
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores

Hemos llegado a la final de la secuencia de “Señor perdona nuestras deudas” en las que les compartí que todos estamos propensos a caer en pecado y que debemos tener cuidado pues, de la abundancia del corazón habla la boca y esto es una barrera que puede impedir tu crecimiento en los caminos de Dios y también la contestación a tus oraciones por parte del Señor, por ello acércate al Padre con humildad, con un corazón contrito, suplicando para que Dios perdone tu pecado. ¿Y si no lo sientes o no quieres hacerlo? ¡Ora! Dile al Señor acerca de tu problema y, también, ¿si esta petición que le estas diciendo viene solo porque la tienes que decir y no hay sinceridad en tu corazón?, pues exprésalo con toda franqueza, e implora que Dios cambie tu corazón, que te provea un espíritu sincero, contrito y humillado. Clama porque te de convicción de pecado y un arrepentimiento genuino.

LEE: 1 de Juan 1:8-10
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a El mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”

Debemos tratar siempre de estar en paz los unos con los otros, que nuestra meta sea no dañar ni ofender a nuestro prójimo. Por esto Romanos 12:18 dice: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.
Incluso podemos ofender sin premeditación, sin darnos cuenta, pero si lo hemos hecho, también es necesario que oremos al Señor por esta situación, pidiendo que nos ayude a ser obedientes. Luego debemos ir y pedir perdón, ¿Por qué? Porque la Palabra del Señor dice con claridad:
Mateo 5:23-24:
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.”

¿Qué camino escogeré? ¿Vivir esclavizado, sin obedecer al llamado de obediencia al Señor o me liberaré haciendo la voluntad del Padre?

Finalmente, muchas veces fallamos en la misma área al Señor, una y otra vez, por lo que nos da mucha vergüenza llegar en oración delante de Dios, a tal punto que decidimos mejor no hacerlo y más si una voz nos susurra: “Que pena, ya no llegues ante el Señor, cometes el pecado una y otra vez”. Te digo, no hagas caso, lo peor que puedes hacer es dejar de orar, ante estas situaciones, es mejor confesar tu falta e implorar que Dios te perdone, pues el enemigo lo que quiere es verte rendido, caído y que no te levantes, te quiere ver vencido. Cuando una atadura es muy persistente en ti, ayuna en secreto al Señor y dile que esa ofrenda es porque necesitas desesperadamente que Él te perdone y sobre todo que té la firmeza para no pecar. También puedes memorizar versículos relacionados con ese pecado.

¡Levántate, clama, nuestro Padre es misericordioso! Lo peor que puedes hacer es quedarte paralizado y vencido. El Señor Jesús ha venido para liberar a los cautivos.

Lucas 4:18 reitera:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos.”

Con el amor de Cristo,

Helen de López

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