Por Alex Navas.
Cambios, los otoños son cambios, procesos de caída; las aves migran, los días tienen menos horas de luz y las noches son más largas. Las hojas de los árboles se debilitan, el verdor se torna en tonos amarillos, naranjas, marrones y, con el tiempo, la hoja se cae.
Los procesos de pérdida también son parte de nuestra vida; perdemos cosas, posiciones, amistades, dinero, personas. Podrías cuestionarte las razones y propósitos de estas pérdidas pero en verdad la vida de un hijo de Dios consiste en etapas, el cierre de un ciclo sólo te prepara para lo que viene, es la apertura de un «tiempo nuevo».
Por cierto, las hojas que caen en el otoño se convierten en abono natural del mismo árbol, sus raíces absorben los nutrientes y fortalecen su estabilidad para la estación más dura: el invierno. Es impresionante ver cómo aun en la creación podemos ver el corazón de Dios.
Queridos adoradores: las caídas, las pérdidas, los procesos, son los momentos perfectos para fortalecer nuestra intimidad con Dios; la raíz, lo que nadie ve pero que produce lo que se ve. Pueden ver nuestras pérdidas, nuestros caimientos, sin embargo, somos fuertes por dentro porque en cada proceso conocemos más el carácter de Dios. Las caídas nos fortalecen, la prueba de nuestra fe produce paciencia, nos da esperanza y esta esperanza no nos dejará en vergüenza (Romanos 5:3-5).
Adora en tus otoños porque de un momento a otro vendrá la primavera a tu vida.
Porque he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido, y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
Cantares 2:11-12 RVR1960
