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martes, marzo 19, 2024

Sarai, Abram y Agar

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Génesis 12:2 “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”

No siempre las cosas fueron como las conocemos. Hubo, en la vida de nuestros dos protagonistas, Sarai y Abram momentos oscuros como en todos nosotros. Porque aunque nos avergüence mencionarlos, todos tenemos cositas que hicimos antes de conocer al Señor y que hubiéramos querido no haber hecho. Pero, como dice el dicho: “A lo hecho pecho”.

A veces los cristianos se creen la gran cosa diciendo que en sus vidas no hay manchas que limpiar. Que tuvieron una niñez estupenda, que vivieron vidas casi perfectas y que el Señor los escogió precisamente para avergonzar a los sucios pecadores. Pero eso es una gran mentira porque la Escritura dice que Jesus no vino por los sanos sino por lo enfermos.

Bajo esta premisa ninguno de los que hemos aceptado a Jesus como nuestro Señor y Salvador hemos dejado atrás una estela de dolor, vergüenza, humillaciones y sin temor, alguna que otra tragedia en la cual se vieron involucradas personas que no tenían nada que ver con nosotros. Pero estuvieron allí, como se estila, en el momento equivocado, el lugar y el instante equivocados.

Eso fue lo que sucedió con esta pareja formada por dos personas de inmigrantes: Abram y Sarai. Ambos salieron de Ur de los caldeos obedeciendo la Voz de Dios que le habló al hombre y le dijo que lo llevaría a una tierra de bendición, que lo iba a engrandecer y que él iba a ser de mucha bendición. Hasta este momento, Abram solo ha escuchado la Voz del Dios que le habló al corazón. Toma a su esposa, abandona su tierra y carga sus bártulos en sus animales de carga y sale en busca de su destino. Sin embargo, en el camino ocurrirán cosas que nunca se imaginaron que podían suceder. Una de las primeras es que hubo hambre en la tierra. En vez de creer en el Dios que le había prometido bendiciones, baja a Egipto. Aquí hay un poco de tela que cortar: No puede creer en Dios sencillamente porque acaba de empezar su caminar cristiano. Otro corte de tela: Tiene miedo a que lo maten a causa de la belleza de su esposa y entonces toma una decisión en la que involucra a su querida mujer: Mienten. Descaradamente. Con alevosía y ventaja.

Otro retazo: Al salir de Egipto, Faraón le regala a Sarai una muchacha para que fuera su servidora: Agar. Al poco tiempo de salir de Egipto Dios se le vuelve a aparecer a Abram y le promete un hijo. Nuevamente vemos como Dios va entretejiendo sus hilos en las vidas de esta pareja que necesita un cambio pero no es tiempo aún.

Pasa el tiempo y el hijo no llega. Entonces Sarai toma la decisión de que su querido esposo se acueste con su sirvienta y que la embarace. El hijo que nazca de esa relación será el que Dios les ha prometido se dijeron ambos. Y lo creyeron. Abram, manos a la obra, Sarai, esperando el nacimiento de “su hijo”.

Sigamos cortando tela: Ya con el hijo en el vientre, la sirvienta se envalentona y empiezan a pelear las dos señoras. El final no fue agradable. Agar y su hijo tuvieron que ser expulsados de las vidas de estos ancianos que no previeron toda la tragedia que iban a dejar en su caminar por la vida en busca de sus promesas.

¿Estamos viendo como esta pareja de escogidos para ser los futuros fundadores de una gran nación toman sus decisiones, las cuales hicieron tanto daño colateral a la pobre Agar y a su retoño? Esto es lo que muchos de nosotros hicimos en nuestro vagar por la vida sin Cristo. No, no nos hagamos los santos. Hay testigos en algún lugar de nuestro paso por sus vidas en las que dejamos huellas de dolor, agonía, enojos y hasta una que otra maldición contra nuestra.

Ahora bien: ¿Cuándo sucedieron todas estas cosas tan feas en las vidas de Abram y Sarai? Cuando Dios aún no les había cambiado sus nombres. Porque dice la Escritura que cuando el Señor les vuelve a prometer un hijo que saldría de ellos mismos, Abram sería llamado Abraham y Sarai sería nombrada Sara. Hasta entonces empiezan a caminar por el camino correcto. Sus errores los cometieron antes de ser cambiados, antes de tener un verdadero y real encuentro con el Dios que los había sacado de su tierra y parentela.

¿Debo preguntar por usted? ¿Dejó en su caminar antes de conocer a Jesus algún que otro pedazo de tela mal cortado? Dele gracias al Señor porque todo eso se fue al fondo del mar, según su promesa.

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